Un año después de que Cecilia Robles desapareciera sin dejar rastro, encuentran el cadáver de una mujer ahorcada con hilo bramante, el mismo modus operandi que Cecilia usó con su víctima. La policía enseguida cree saber quién es la asesina, pero esta vez algo es diferente, la brutalidad de la agresión y una nota en la mano del cadáver con un mensaje claro: o la policía encuentra a Cecilia Robles o seguirán muriendo chicas de la misma forma.
Jara Peñaranda, la policía encargada del caso, se enfrenta en este libro no solo a la investigación más difícil de su carrera, sino a su pasado, a sus miedos y a ella misma.
Los hombres no deberían jugar con muñecas responde a todas las preguntas de su primera parte, Nunca infravalores el poder de una niña tonta, cerrando una historia llena de giros de guion donde ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos.