Carlos Ruiz Martín de Villodres nació en Granada y es padre de dos hijos. A su vez, como es natural, es hijo de, vivió en y ahora lo hace en, estudió tal cosa, trabajó o trabaja en tal sitio y se dedica o ejerce tal profesión, tiene
tales aficiones, en las que se afana en su tiempo libre, y otras cuantas cosas más, todas las cuales ocurren, de un modo u otro, a todo el mundo y por consiguiente dan igual y carecen del más mínimo interés para el lector. No obstante, sí considera el autor como destacables para mencionar aquí las dos primeras: la segunda, por razones obvias y porque los hijos se pueden o no tener, y la primera, porque nacer y vivir en Granada no es una circunstancia menor, al llevar aparejadas bastantes más ventajas que inconvenientes.
Este es su primer libro, que espera que sea eso, el primero pero no el último.
En su biografía debe figurar en adelante la redacción de esta novela como un hecho relevante por su valioso significado personal y porque escribiéndola lo ha pasado bien, razones que son en definitiva, a diferencia de las protocolarias que a propósito se omitieron al principio, las que suele apetecer contar. Porque sí merece la pena, o debería, contar aquello cuyo resultado uno, al menos, considera que se ajusta en gran medida a lo pretendido. Y eso es lo que cree el autor, que, con independencia del dictamen y veredicto del lector —que al final no debe olvidarse que es siempre al que va destinado y quien en cierto modo y en última instancia termina de escribir un libro y de darle sentido—, percibe que ha escrito lo que quería escribir, y que, por tanto, por esa parte se considera satisfecho y podría concluir que misión cumplida. El «lo que quería escribir» va referido, sobre todo, al sentido, y en grado sensiblemente menor al contenido del texto o a su organización, que difieren de forma considerable de lo más o menos planificado en el inicio. En cierto modo, es como si el libro llegase un momento en que se escribiese solo y adquiriese vida propia, como si fuese dueño de sí mismo y guiase a su súbdito por derroteros sorprendentes en los que este se aventura a veces de forma inesperada. Por ello, todo lo demás, incluida la publicación de esta obra en particular, obedece a una propina voluntaria dirigida a evitar que una ilusión plasmada en un puñado de papeles quede arrinconada cogiendo polvo en el fondo de un cajón.