En el año 1996 nace Isabel Miranda, en la Región Autónoma Atlántico Sur de Nicaragua, país situado en el istmo de Centroamérica, en el corazón de América. Desde su niñez, Isabel se muestra inclinada a la acción poética, improvisa cuartetos, declama poesía en la escuela de primeras letras. A los nueve años escribe su primer álbum de poesía; y a los doce años, una novela juvenil en donde plasma todos los recuerdos de su niñez y adolescencia. Toma prestada de su hermano mayor, Santos, con quien comparte el gusto por la poética, obras literarias de poetas y escritores. El primer libro que leyó fue Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes; y luego, obras del príncipe de las letras castellanas, Rubén Darío, Rimas y Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer; poesías de Quevedo, obras de Víctor Hugo, Horacio, Safo de Lesbos y otros.
¿Quién no se sentaría en una tarde dorada a leer un libro de estos grandes poetas, tomando una taza de café o una copa de vino?
He aquí la razón por la cual Isabel se siente atraída por los versos de romanticismo y el modernismo, consonante perfecta y versos de arte mayor como el Alejandrino, y Odas horacianas, por ejemplo. El poemario La sed de mi alma buscó la fuente es una compilación de los versos que Isabel ha escrito a lo largo de su vida, en donde hace manifiesto un homenaje a los escritores que hicieron de su vida un hermoso escenario de poesía y canciones. La poesía es una forma de sanar y, por lo tanto, de vivir; y en ocasiones es una acción de sobrevivencia para liberar y expresar lo inexpresable en palabras.