Mi vida ha sido muy sencilla y se reduce básicamente a largos periodos de intensa lectura y abuso de sustancias estupefacientes, salpicados con breves encierros puntuales en clínicas y pabellones siquiátricos. Es pobrísima en acontecimientos y andaduras. He pasado la mayor parte de ella desde la barra del bar más cercano hasta mi casa, y vuelta a empezar. Sé que pertenezco a una vieja especie urbana dominada por el hastío, la rutina de la holgazanería y la pobreza económica. He publicado una novela y seis poemarios, algunos de ellos muy válidos. No soy de los que admiten acríticamente la sublime perfección de todas sus ofrendas a Thalía, pero tampoco de los que rasgan y borran y abjuran de cada palabra que escriben. Me gustaría contar que participé en enormes batallas de gran consecuencia, o incluso cuándo volé, y a dónde, los vuelcos que ha dado mi vida, los tumbos de alguna peregrinación espiritual o incluso en qué universidad me licencié.
Nada de eso hay en mi historia. Mi vida laboral suma apenas los tres años de intenso aburrimiento en tareas informáticas y administrativas. No tengo hijos ni currículum, ni peripecia vital o laboral que añadir. Viví tres años en Mollet del Vallés, un pequeño municipio cercano a Barcelona. El resto de mi vida lo he pasado en Granada. Me llamo Andrés Javier Iglesias Aguilera y solo soy escritor.