En El canto del colibrí, la autora pone ante todo la mirada en la existencia del ser humano y en las pequeñas escenas de la vida cotidiana; los poemas parten de la emoción y reflexión sobre lo que nos rodea, poniendo de manifiesto la dualidad de nuestra esencia, que es la que guía el pensamiento poético. Así, las obras constituyen una suerte de cuaderno terapéutico en la búsqueda de la espiritualidad,
entendida ésta como el encuentro más íntimo con uno mismo, que es al mismo tiempo etéreo y tangible.
Los haikus aquí presentados se basan no sólo en el asombro de quien contempla la naturaleza –como el haikú tradicional- sino también ante el asombro del acontecer de la ciudad y de su gente. Como el colibrí, los poemas nos brindan su visita de manera libre y sencilla; revoloteando en la memoria, en la vulnerabilidad, en la gratitud y, nos regresan a una realidad efímera y a la belleza del aquí y ahora.