Cada copa de vino cuenta su historia y la de su familia. Si atiendes con atención puedes adivinar el terreno en el que se ha criado y si los cuidados han sido los adecuados; si el invierno fue frío y largo o si la primavera fue lluviosa; si el grado de maduración era óptimo, si las fermentaciones fueron adecuadas o si la barrica era recién estrenada o ya tenía solera. Una copa de vino es un relato de su propia vida y de los usos de la bodega que lo ha construido. Es un ser vivo que evoluciona y madura durante toda su existencia. Este mismo vino —dijo levantando la copa y mirando a su través—hubiera sido distinto hace unos meses, y será diferente el próximo año. Merece un respeto y una liturgia. No se puede beber con prisas. Hay que paladearlo, buscar cada matiz, entender en qué punto se encuentra. Hay que ser cortés con el vino y rendirle pleitesía.