Marcela Adriana Melgarejo. Una mujer, tal vez caprichosa, o una manera muy singular de enrumbar la vida en busca de respuestas propias. Cuenta una historia basada en realidades que ella misma se ha trazado. Nació el 17 de diciembre del año 1963 en la ciudad de Zárate, provincia de Buenos Aires, Argentina. La polifacética Marcela, bailarina de música clásica, profesora de dibujo y pintura, diseñadora gráfica en artes visuales y publicitaria, modelo, reina de belleza, profesora de creatividad dramática, dominio del arte escénico, impostación vocal, cantante, escritora… Además, ha trabajado en teatro, televisión y cine en este peregrinaje y viaje por los países de América latina.
Siendo menor de edad y emancipada, decidió partir a Estados Unidos, caminado y sin dinero, junto con su pareja. Ella quería poner fin al sufrimiento de su trágica infancia, que revivía en cada rincón de su hábitat. Cuenta en esta historia sus aventuras, sin imaginar los peligros que acecharían; esta mujer, con inocencia pura, vulnerable, humilde, sin quebrar sus principios morales e integridad física los enfrentaría sin quejas, sin lágrimas, y resistiendo el dolor sin perder su sonrisa y su buen humor, construyendo una personalidad fuerte, humana y más humilde. Su refugio eran los pequeños momentos del disfrute de los aplausos de su público y de la naturaleza en los misteriosos pueblos, escondidos en los países que recorrió, siendo Perú, el que le impactó más. Acusando los reiterativos secuestros, a su belleza, considerándola un Karma, que luchó contra los egoístas hombres, al filo de perder su vida. Sus pensamientos filosóficos los expresa con una introspectiva, basándose en sus experiencias, abriéndose al mundo. Decidió contar su vida, exponiéndose al dolor de revivir los olvidados recuerdos, un día, sentada en la plaza, esperando que le regalasen alimentos en España, donde vive asilada, ante los relatos quejosos de sus compañeros españoles, que sufrían adversidades sencillas de la vida. Siendo su intención que sus relatos den esperanzas a los que sufren el paso por la vida. Ella no practica ninguna religión, solo cree en un dios que la acompaña paso a paso en su intrincada vida. «Mi vida termina cuando deje de luchar, soy una guerrera».
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