Estados emocionales en primera persona
En los renglones negros como el carbón de estas páginas blancas como la nieve he escrito algunos de mis pensamientos surtidos. Los hay claros, oscuros, profundos, superficiales, fantásticos, reales, coherentes, delirantes…
He gastado barras de tinta tratando de expresar sentimientos a corazón abierto entre las manos, como un libro escrito con la sangre extraída de mis propias venas.
Durante el proceso de composición, pude derrochar alegría a raudales cuando el sol de mi interior me calentó e iluminó la mente, y también recibí muchas veces la visita de la tristeza, que llegó en un tren de borrascas grises.
Fui capaz de levantar el ánimo con fuerza de voluntad y esperanza hasta alcanzar la cumbre soñada, aunque tampoco me faltaron malos tiempos, en los que sentí claros síntomas de debilidad mientras se derrumbaban mis fortalezas.
Noté el calor del amor arropando mis huesos con un abrigo de caricias que tejían hilos mágicos, y también sufrí el frío del desamor, que me dejó desnudo a la intemperie.
Entre aires cargados de influencias negativas y corrientes de energía positiva, puse a volar mi imaginación con la intención de pasar el tiempo y, a la vez, imprimir sobre el papel letras encantadas y desencantadas.
De alguna manera fui encontrando miles de razones para manifestar mis ideas creativas, destructivas, acertadas, erradas, ciertas, desconcertantes, complicadas y simples.
Estados emocionales en primera persona puede ser el espejo en el que se reflejan mis mejores y peores momentos, y también donde brillan o se empañan mis ilusiones.