Vivencias. Esas unidades inseparables de la estructura de la personalidad —dinámicas, no pasivas—, generan emociones que no solo condicionan las reacciones inmediatas del sujeto que las tiene, sino que determinarán también su futuro comportamiento. Como la personalidad se desarrolla siempre en contacto con otras, la del muchacho es fruto, en gran parte, del oikós del cementerio viejo, que le posibilitó la interpretación de la realidad, con los aciertos y errores propios del ser humano.
Reflexión. Ese ser pensante —también por naturaleza— hace introspección sobre los fenómenos que provocaron sus vivencias, reflexiona sobre ellos y saca conclusiones adaptables a la relación con quienes le rodean.
Reflexionando sobre algunos datos históricos de su pueblo, el muchacho discrepa con otros autores, aunque el desacuerdo no es óbice para que él sienta por ellos un profundo respeto.
Historia. Este es un libro de historia, porque todo lo narrado puede documentarse o es vivencia personal de quien lo narra: se relata La mano negra, pero es histórico que el cuento se contaba; se narra La fuente de la mora, pero es histórico que la leyenda existe (varias versiones), como existen la fuente y la base histórica para su relato; los personajes son tan reales como las anécdotas que de ellos se recuerdan.