Las decisiones que tomamos, seamos conscientes o no de que las estamos tomando, nos marcan de maneras inesperadas. Seguro que todos nos hemos preguntado alguna vez eso tan clásico de «¿qué habría pasado si…?». Las segundas oportunidades son un anhelo casi universal, y más cuando las imaginamos desde un futuro en el que remendar lo roto resulta imposible. Pero ¿qué haríamos si tuviéramos la posibilidad de volver atrás y tomar un camino diferente? Y por extensión, ¿qué consecuencia tendría hacerlo?
Sobre este tremendo punto de partida se construye la novela Los viajes de Salva, una maravillosa ficción escrita por Mentol Garza y publicada por la editorial Círculo Rojo.
Y es que Salva, el protagonista de esta historia, un señor de cincuenta y tantos años, casado y con dos hijas, tiene la oportunidad de emprender una senda vital distinta a la que le ha llevado a su presente.
Despertarse un día en su vieja habitación de adolescente, rodeado de los pósteres que decoraron su juventud, escuchando el Under Pressure de Queen y Bowie como si fuera el último éxito del momento, y descubrir frente al espejo que de nuevo es adolescente, es el primer paso de la extraordinaria aventura que vive en esta novela. Y es que Salva, sin saber cómo ni por qué, amanece en el 23 de abril de 1981. Imaginen la situación: ha viajado en el tiempo y de nuevo es un chaval de instituto, con tan solo dieciséis años. Y lo más alucinante es que pronto descubre que puede modificar los eventos del pasado y corregir algunos errores, por ejemplo, la timidez que por aquel entonces mostraba a la hora de hablar con las chicas, o lanzarse con más valor a desarrollar sus aptitudes como futbolista, que en su historia real no desarrolló.
¿Quién no ha soñado alguna vez con regresar al pasado y tomar decisiones diferentes?
Pero claro, todo tiene un precio… y es que, de pronto, al despertar, amanece en otra fecha: el 10 de julio de 1984, con diecinueve años, justo después de su primer año de carrera, en Pamplona, con resaca… Pero todo ha cambiado. Esa no es la vida que vivió, sino una bien distinta, tanto que tiene una oferta para empezar a jugar con el Atlético de Madrid…
Y hasta aquí puedo leer. Obviamente, no puedo destripar nada de lo que a continuación sucede en esta brillante obra. Si quieren saber más, ya saben, tendrán que hacerse con ella. Solo les adelanto que la historia continúa con un montón de saltos más en el tiempo, que llevarán a Salva, el protagonista, que narra todo en primera persona, a vivir otra vida bien distinta a la que ya vivió.
¿Qué pasaría si pudieras vivir de nuevo esos momentos cruciales de tu juventud con la sabiduría de la madurez? Mentol Garza plantea esta cuestión con una narrativa ágil y directa, que atrapa desde la primera página y lleva al lector a reflexionar sobre su propia vida y sus decisiones. Porque, ¿qué haríamos si tuviéramos la posibilidad de cambiarlo todo? ¿Seríamos realmente capaces de hacerlo o el peso de nuestras propias limitaciones nos detendría una vez más? Además, ¿qué pasa con lo que hayamos construido en nuestro otro devenir existencial? ¿Qué pasa con los amigos y seres queridos que en otra vida igual no conoceremos? ¿Merece la pena sacrificar todo lo vivido por asumir una senda distinta? Sí, por un lado estaría muy bien eso de tener una segunda oportunidad, o varias, pero teniendo siempre en cuenta cómo influirán en el futuro. ¿Seríamos capaces de hacerlo?
Por todo esto, aunque es una historia entretenidísima de viajes en el tiempo, también es una ficción profunda sobre lo que somos, sobre que el camino que nos ha llevado a serlo, y también sobre el arrepentimiento y la redención. Esto último me parece muy importante, y Mentol Garza lo explicita a la perfección: es necesario hacer las paces con nosotros mismos y saldar las deudas que, por los errores del pasado, dejamos sin pagar.
En otro orden de cosas, desde una perspectiva puramente literaria, la prosa de Mentol Garza destaca por su tono fresco y desenfadado, por el excelente uso de la primera persona —que permite al autor mostrar los mundos interiores y los duelos y quebrantos de su protagonista, así como transmitir el caos emocional y la confusión que experimenta con cada salto en el tiempo— y por el empleo de diferentes voces narrativas: el Salva narrador, un hombre de cincuenta y tantos, no habla igual que el Salva del pasado.
Por otro lado, también merece la pena destacar el ritmo que desde un primer momento impone el autor a la narración: construida a base de saltos temporales, que se narran en capítulos más o menos breves, el lector, enganchado a la trama, no podrá parar de leer hasta averiguar cómo termina esta aventura. A ello también contribuye la atmósfera inmersiva y empática que desde un primer momento genera Mentol Garza, pero también el uso de la ironía y el humor, que contrasta y marina a la perfección con los abundantes momentos reflexivos. Sin duda, esta variabilidad estilística es uno de los aspectos más notables de Los viajes de Salva.
En definitiva, Mentol Garza, con un estilo entretenido y dinámico, construye una ficción repleta de humor y situaciones absurdas, pero que no deja de tener una profundidad emocional y reflexiva sorprendente. A lo largo de la novela, el lector terminará haciendo suyos los dilemas de Salva, sus miedos y sus deseos, sus traumas y asignaturas pendientes, y vivirá a su vera esa lucha constante entre lo que somos y lo que alguna vez soñamos ser.
No duden en hacerse con ella. De no hacerlo, es posible que su yo del futuro se arrepienta.