La ciencia ficción siempre ha sido un vehículo literario para explorar los límites del avance tecnológico y sus efectos sobre la humanidad. Desde la obra de algunos pioneros como H. G. Wells, Julio Verne o el mismísimo Edgar A. Poe, el género ha servido para reflexionar sobre los dilemas éticos y las consecuencias de un progreso desenfrenado. Un sueño a medio soñar, la excelente novela de Manu Moro, publicada por la editorial Círculo Rojo, aborda con precisión estas mismas cuestiones mediante una narración tan inquietante como adictiva, tan reflexiva como posible…
La trama, que comienza en el año 2018, narra en primera persona las aventuras y tribulaciones de Fran, un adulto de treinta y tantos, cargado de nostalgia, algo solitario, soltero, sin hijos, calvo en potencia, consumidor de hachís y con una actitud bastante reflexiva ante la vida. Su mejor amigo es Jaime, casado, con Silvia, y con una hija, Elsa, y aunque tienen vidas muy diferentes, casi opuestas, su amistad se mantiene fuerte. Ambos trabajan en una empresa llamada CellyBatt Technologies.
Todo arranca cuando la pareja de amigos acude a una feria de ciencia y tecnología, en la que Jaime debe impartir una ponencia sobre regeneración celular. Durante la charla, Fran se encuentra con un extraño hombre rubio que había conocido esa misma mañana, quien se muestra interesado en la siguiente conferencia sobre criogenización, que impartirá el doctor Rafael Muñoz, empleado de la empresa Laboratorios KrioSynthesis, además de animarle para que asista. Finalmente, Fran asiste.
A continuación, el protagonista se topa con el stand de una empresa que presenta un sistema avanzado de realidad virtual llamado Mental Virtual Reality (MVR). Este sistema permite a los usuarios experimentar realidades creadas a partir de sus propios recuerdos e imaginación, utilizando impulsos neuronales. A pesar de ciertos riesgos y rumores sobre incidentes anteriores, Fran se anima a probar la tecnología tras ver a otro amigo, Pablo, salir emocionado del simulador. Y la experiencia también será para él extraordinaria…
Tras recuperarse, se encuentra con el doctor Muñoz, que invita a Fran y a Jaime a su laboratorio para hacer una demostración privada de su tecnología. Aunque Fran se muestra reticente, Jaime se entusiasma y deciden ir. Pero allí la historia dará un giro brutal: tras descubrir que ya están experimentando con humanos, descubren también que ellos iban a ser usados como sujetos de prueba para la criogenización humana sin autorización. Aunque Fran intenta escapar y sabotear las cápsulas, es capturado de nuevo. Y de pronto, despierta 25 años después, en un mundo cambiado, y sin rastro de su amigo Jaime, al que se dispone a buscar…
Y hasta aquí puedo leer. Por supuesto, no es mi intención destripar en lo más mínimo esta trepidante novela de ciencia ficción —bastante lo he hecho ya—, aunque sí que aviso a los lectores interesados que la trama se va complicando exponencialmente, en busca de un alucinante final que les dejará perplejos y les romperá por completo todas las previsiones que se hayan hecho.
Desde una perspectiva puramente literaria, Manu Moro desarrolla una prosa dinámica, rica y ágil, y destaca especialmente por el uso de la primera persona, todo un reto siempre, pero aquí se consigue, y con nota. Además, dada la compleja trama, es aún más interesante el uso de esta voz narrativa, que permite que el lector genere una conexión íntima con las emociones del protagonista, Fran, lo que permite que el lector experimente, como si de una máquina de realidad virtual se tratase, su confusión, su angustia, sus dramas existenciales e incluso sus momentos de euforia. Este enfoque en la perspectiva interna del protagonista es clave para crear un ritmo vivo y trepidante que engancha desde el principio, logrando que el lector se sienta parte del viaje del protagonista.
A esta experiencia inmersiva, perfectamente trazada por Manu Moro, contribuye el tono coloquial y el realismo de los diálogos y los pensamientos de los personajes. Y a esto también se suma el uso constante de referencias culturales, especialmente de elementos populares de finales del siglo XX y principios del XXI, como videojuegos, películas y música, lo que aporta una capa de nostalgia que conecta con los lectores.
Por supuesto, hay que destacar la habilidad con la que el autor juega con distintos tiempos y realidades, lo que le otorga a la novela una atmósfera extraña, y casi onírica, en algunos momentos, casi tanto como la experiencia que vive el pobre protagonista.
Por otro lado, la novela, además de un excelente y trepidante entretenimiento, gira en torno a varios temas que propician numerosas reflexiones, lo que supone un valor añadido para Un sueño a medio soñar.
En primer lugar, claro está, los riesgos que puede ocasionar el mal uso de la tecnología. Piensen, por ejemplo, en lo que supondría para la humanidad la criogenización, la posibilidad de «detener» el tiempo a través de la ciencia, algo que pone el foco no solo en el envejecimiento o la inmortalidad, sino en cómo afectaría algo así a las relaciones humanas.
Otro tema muy interesante es la difícil gestión de la identidad cuando alguien experimenta saltos temporales y alteraciones de la realidad. ¿Cómo se redefine un hombre cuando el tiempo ha pasado a su alrededor y todo su mundo ha desaparecido por completo? De hecho, esto guarda relación con otra idea muy sugerente: la percepción de la realidad, un tema recurrente en la novela, que se trata con un toque casi filosófico. No en vano, la idea de vivir una vida que no parece la propia —ya que se ha visto totalmente interrumpida—, de saltar entre diferentes dimensiones o tiempos, pone en tela de juicio la naturaleza de lo que es real.
Finalmente, desde un punto de vista más humano y existencial, las segundas oportunidades impregnan toda la narrativa. Fran, en muchos sentidos, es un hombre que ha fallado, que ha tomado malas decisiones en el pasado, pero el inesperado viaje al futuro le da la oportunidad de reconectar con las personas que ama y corregir su anterior deriva vital… O no…
En resumidas cuentas, Un sueño a medio soñar es una obra totalmente recomendable, y no solo para los aficionados al género, que la disfrutarán sobremanera, sino para todos aquellos amantes de las buenas narraciones de ficción con mensaje. No solo pasarán un buen rato, sino que el autor verá, sin duda, cumplido su objetivo de hacerles reflexionar, como viene haciendo la ciencia ficción durante décadas, sobre los riesgos a los que nuestro propio conocimiento nos puede llevar.