Nunca llegó a olvidar por completo la semana que estuvo alojado en el hotel. Una presentación dentro del agua difícil de olvidar, por lo insólita y extravagante, unas citas a las que no asistía para
más tarde comprobar que Heladio Grosdanovich jamás había estado hospedado allí.
¿Qué había de cierto en todo lo que relata en sus hojas amarillentas y descoloridas? Historias inquietantes, mezcla de ensoñaciones y realidad, que se confunden en un tiempo indefinido.
Las crónicas que narran las personas que están enfermas nunca son consideradas como verdaderas; la muchedumbre cree que un enfermo es algo irrecuperable y que siempre está desorientado.
Visitaba a su psiquiatra en los periodos concertados. Hacía lo que le indicaban y, sin embargo, hay algo conmovedor en su vida que no llega a cuajar en la forma de su comportamiento.
A través de sus relatos, nos muestra unos mundos diferentes que las personas normales no están acostumbradas a vivir. Uno es cuando dos encapuchados, amparándose en las sombras de la
noche, lo raptan y lo conducen por un Madrid repleto de vida hasta un recinto vacío a las afueras de la capital y le obligan a jugar a la ruleta rusa. No sabe cómo logra evadirse. O cuando dona sus órganos a una organización filantrópica para después tener que huir porque quieren que los ceda cuanto antes. O aquella de la que no se habla. Cosas que ya pasaron hace mucho tiempo. Que no se hable de esas cosas no significa que se puedan olvidar. Hay cosas que nunca pueden olvidarse. Heladio Grosdanovich no volvió, se perdió en la niebla, en el tiempo…