En la segunda mitad del siglo VI, el reino visigodo de Hispania se encuentra sumido en el caos y el desgobierno, debido a la maldición de las continuas guerras civiles sucesorias. Como consecuencia de ello, los territorios más prósperos y ricos se declaran independientes de la autoridad del rey, y los enemigos externos le asaltan por el sur, por el norte y por el noroeste, destruyendo, saqueando, provocando la despoblación y hurtándole territorios.
Las acuciantes necesidades políticas y militares del acosado reino visigodo de Toledo harán que las princesas Galsuinda y Brunegilda, acompañadas y escoltadas por tan solo un puñado de fieles, tengan que emprender un largo viaje hasta las lejanas y norteñas capitales de los reinos francos de Neustria y Austrasia.
Dos nupcias concertadas por las respectivas cortes con la finalidad de afianzar unas alianzas estratégicas que ayuden a consolidar la estabilidad externa e interna de los reinos implicados. Las jóvenes son, y se consideran a sí mismas, como un recurso más al servicio de los intereses del reino de sus mayores y, como tal, se muestran dispuestas a cumplir con la sacrificada función que sus destinos les exigen. Sin embargo, la determinación y el carácter insospechado de las jóvenes princesas sorprenderán y alertarán a quienes esperaban a dos simples y sumisas esposas sin comprensión ni interés por los asuntos de gobierno.