Se habla mucho de Occidente sin saber bien qué es, quiénes lo constituyen, de dónde viene, adónde va; hasta se duda de si quedará algo de Occidente después de Trump. Quienes lo tienen más claro son los rivales de Occidente, los que quieren sustituirlo en el orden económico mundial, como China, y los enemigos declarados que quisieran destruirlo. «Estamos en guerra con Occidente», dicen en la Rusia de Putin.
La «idea de Occidente» se formó a partir de los legados de Grecia y Roma, decayó en la Edad Media, resurgió en el Renacimiento y se asentó con la Ilustración, el liberalismo y las aportaciones científicas, culturales y de derechos y libertades.
El mundo está occidentalizado, cierto. No obstante, parte del mundo está resentida con Occidente, cuyo pasado desborda de imposiciones, explotación, humillaciones y crímenes juzgados injustamente según la moral y el derecho de hoy.
La colonización por los europeos abrió el mundo, lo hizo global, pero a un coste tremendo en vidas para los colonizados. ¿Habría sido posible una apertura menos sangrienta?
Los dos pilares de Occidente, Europa y Estados Unidos, se están distanciando por los propósitos divisivos de Trump. Su mandato dura hasta 2029, y en cuatro años se puede hacer mucho daño. Europa tiene la responsabilidad de representar «lo bueno» de Occidente en un momento crucial para la humanidad entera, amenazada por el cambio climático.
Occidente ha sido problemático, pero también puede ser una fuente de soluciones.
El libro es un análisis contundente e ilustrado de todo ello.