Si eres un buen lector, sabrás de sobra que en todos (o casi todos) los libros se escapa algún error gramatical. Pasa hasta en las mejores familias. Todo esto a pesar de que detrás de los libros hay grandes profesionales de la edición y de la corrección (o al menos es lo que esperamos). ¿Eres uno de esos escritores que se centra tanto en sus ideas que descuida la ortografía?
Ese “problema” lo tenían otros escritores muy famosos, así que no te preocupes, todo tiene solución si publicas tu libro con una editorial que te ofrezca ese servicio, como Círculo Rojo. Disponemos de un departamento interno en el que varios profesionales se dedican a corregir los libros si el autor lo requiere. Es más, como todos los manuscritos que pasan por nuestras manos son revisados por un profesional, te diremos si la corrección (ortotipográfica o de estilo) es necesaria para tu obra, y te aconsejaremos sobre si contratarla o no.
Marcel Proust, por ejemplo, desechaba utilizar puntos pero le fascinaban las comas. Por eso algunas de sus descripciones parecen interminables. Lo mismo le ocurría a Gertrude Stein (le encantaban los puntos y aparte) y a Jerzy Andrzejewski, que publicó una novela compuesta únicamente por una sola frase, englobando más de 40.000 palabras sin ningún signo de puntuación.
Más conocido es el caso de uno de los escritores más importantes que ha dado la Historia: Gabriel García Márquez. Él admitió en varias ocasiones que cometía faltas de ortografía. Es más, intentó cambiar alguna que otra regla ortográfica. En su biografía “Vivir para contarlo” aportó una genial anécdota sobre esto: Andrés Bello, un filólogo muy importante, se carteaba con un amigo que tenía unas faltas de ortografía desesperantes. Un día, después de pasar juntos la tarde, el amigo se despidió de él diciéndole: “Esta semana le escribiré sin falta”. Bello respondió: “¡No se tome ese trabajo! Escríbame como siempre”.
Scott Fitzgerald, por ejemplo, entrecomillaba las palabras sobre las que dudaba, para que así los editores lo tuvieran más fácil a la hora de hacer los cambios. Entre ellas, el nombre de su mejor amigo, el escritor Hemingway (escribía Earnest, que es un juego de palabras en inglés); también Jane Austen tenía sus más y sus menos con los editores, a quienes sacaba de quicio cuando escribía scissars en vez de scissors (tijeras). Ni siquiera algún que otro Premio Nobel escapa a este “mal”, como es el caso de William Butler Yeats (confundía feal por feel o steal por steel).
Salvando un poco las distancias (por los motivos), Edison, Da Vinci o Einstein también tenían faltas de ortografía, pero eran provocadas por la dislexia que padecían. Son muy llamativos los errores que las notas de Leonardo Da Vinci nos ha dejado, donde se aprecian abultados errores ortográficos y mezcla de idiomas.
El problema viene cuando el ego de algunos escritores no les permite aceptar que cometen errores ortográficos, como le pasaba a Ernest Hemingway. Por eso es importante que te dejes aconsejar. Piensa que en Editorial Círculo Rojo somos líderes en autoedición, y detrás tendrás un equipo formado por casi 20 especialistas, cada uno en su ámbito, para que tu libro tenga el resultado más óptimo posible.
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