No es este un libro escrito por un hueseño para sus paisanos. Los libros de viajes no se escriben, exclusivamente, para destacar estos o aquellos relieves geográficos, estas o aquellas tradiciones, manifestaciones culturales o religiosas. Los libros de viaje se escriben porque, de algún modo, el autor tiene la necesidad de iniciarlo o quiere reivindicar algo. El autor inicia su viaje en blanco, recorre un itinerario y finaliza. Luego, los lectores darán o no sentido a todo, valorando las experiencias, observaciones y vicisitudes expuestas en el mismo, para construir un conjunto armónico que lo haga apetecible, a sabiendas que este género, a diferencia de otros en los que intervienen personajes y situaciones de los más variado, deja desnudo al autor frente al lector pues las opiniones, observaciones y juicios expresados a lo largo del texto no pueden atribuirse o ponerse en boca de nadie que no sea al propio autor, llámese caminante, vagabundo, viajero o cualquier otra denominación que relevantes autores han utilizado.
Tampoco puede decirse, en pura ortodoxia, que este libro sea uno de viajes. Se conjugan diversos elementos de índole sentimental, histórica y sociológica para penetrar en el alma de una tierra olvi
dada, que también tiene corazón.
Dentro de su heterodoxia es, en cualquier caso, un viaje al pasado y presente de una tierra huérfana de historia y reconocimiento.