Violaciones, erotismo desatado, pulsiones suicidas, obsesiones sin solución, adicción al alcohol, asesinatos por culpa de un amor mal entendido, celos destructivos y autodestructivos, trastornos alimenticios… Los diez cuentos que integran Impotencia, de Marisa Abad, nos ofrecen una versión distópica del ser humano que no deja indiferente a nadie.
Ajenos al habitual trinomio presentación-nudo-desenlace en que suelen estar articuladas las narraciones breves, nos encontramos aquí con textos que pretenden no tanto contar una peripecia sino mostrar un friso de las emociones fuertes a las que estamos sometidos hombres y mujeres en esta vorágine que llamamos “vida”. Los personajes de estos relatos monologan sobre sus miedos y obsesiones, bien sea ante una víctima, un grupo de investigadores o ante el propio mundo. Todos ellos –incluso los que claman por la desconexión afectiva con sus iguales– sienten la necesidad de ser escuchados, de explicar su conducta, tal vez en un intento de ser comprendidos por lo demás y quién sabe si también por ellos mismos.
No puede ser complaciente un libro en el que sus personajes principales se mueven entre la locura y la desolación y habitan mundos interiores fagocitados por el dolor, la incomprensión y la duda. Quizá por esto se sienten más cómodos en los anchos límites de la ficción que en las estrecheces de la realidad.
Apoyada en unas maravillosas ilustraciones de Patricia Abad, Marisa Abad dibuja en Impotencia el retrato impúdico y fracasado de una sociedad disfuncional.