Nuestro amado Ernest nos dejó el 10 de agosto del año 2012. Sólo un mes más tarde, mientras estaba durmiendo, soñé que los dos nos sentíamos inmensamente felices porque habíamos descubierto algo que, si éramos capaces de hacerlo, mucha gente dejaría de sufrir. Supe que me estaba hablando de aquello que empezábamos a vivir: que la muerte no existe, que no es un final, que todo continúa. Es un libro de esperanza, de descubrimiento constante y de amor infinito. Lo estamos escribiendo entre los dos, mi hijo y yo. Él desde la dimensión dónde ahora Es, y yo desde
aquí. Entre los dos, hay un puente que comenzamos a construir cuando él estaba aquí físicamente y que continuamos construyendo ahora; un puente que tiene por material el amor incondicional y que hacemos crecer con las herramientas de la confianza, la alegría, la gratitud y la magia.
“Era un ángel que andaba su camino.
Paraba unos años en nuestra casa;
Nos partimos el pan, y todo era alegre.
Ahora se ha vuelto a ir”
(TRADUCCIÓN DE UN POEMA DE JOAN TEIXIDOR)
Este ángel es nuestro hijo Ernest. Y estas páginas son el reflejo de la luz que nos dio en los 14 años que vivió con nosotros. Y como esta luz que él es, ha iluminado nuestro camino a partir del momento que se volvió a ir y la vida se nos volteó.
Contra todo pronóstico, éste es un Libro de Vida después de la Vida.