La mirada atenta y serena del poeta es, en el fondo, la imagen de un verso. Reflejos es la huella húmeda del tiempo en los ojos. El brillo de un charco en el camino. La vida interior del corazón que sabe amar. El estímulo profundo y especial del ser y del sentir. El agua que calma la sed en la fuente, siempre clara, de un poema. El sonido ronco, helado y angustioso de una campana. El triste atardecer de una despedida. El nombre propio del abandono. La distancia entre la ayuda y el desprecio. El valor de la vida, de otras vidas. La fe, la esperanza, la devoción improvisada y el sentimiento espontáneo. La llama, cálida y viva, de la ilusión. Reflejos muestra el “estremeñu” como palabras polvorientas, rescatadas del desván de nuestra historia. Recuerdo entrañable del pasado. Barro añejo. Alfarero que moldeó nuestro presente. El lugar al que seguimos perteneciendo.