El nombre de Luigia Spinelli remite de inmediato a sus orígenes mediterráneos y ciertamente es así; sin embargo, es más que eso. Es venezolana de nacimiento, de crianza, de costumbres… de corazón; pero con una exquisita mezcla con el linaje, las tradiciones, la entereza y el espíritu luchador de sus padres; italianos que emigraron a Venezuela en tiempos de la crisis europea de mediados del siglo XX. Su educación familiar es una amalgama de ambas culturas, lo que se evidencia en una personalidad serena, dulce y agradable, donde convergen con delicada armonía, la moderación y el ímpetu, la organización y la confusión, la racionalidad y el desatino, el apego a la norma y el libre albedrío, lo que “se debe hacer” y lo que “me gusta hacer”. Creo que tal vez, más por la herencia europea que por la criolla, siente una especial fascinación por las letras, lo que la lleva a ser una ávida lectora y una precoz escritora de las historias cotidianas, propias y ajenas. Ese perfil la lleva a la elección de la docencia y la literatura como carrera universitaria, de donde obtiene herramientas para pulir sus escritos; para decir y entender lo que no se traduce en forma literal; para encontrar el alma de las letras y sobretodo, para sembrar en sus estudiantes el interés literario, más que trasmitir lo establecido en el currículo académico. La bonanza que en el siglo pasado atrajo a miles de inmigrantes de todas las latitudes a Venezuela, fue desapareciendo de forma progresiva en los últimos años, lo que ha generado un éxodo en búsqueda, principalmente de la estabilidad económica y política que escasea hoy en día en la tierra que vio nacer al líder de la independencia latinoamericana y la que contiene las reservas petrolíferas más grandes del mundo. Esta realidad lleva a una parte de la familia Spinelli a volver a su nativa Italia, con los mismos sueños que hace 50 años les hizo poner la vista en la tierra de gracia. Alguien pudiera afirmar que el universo movió los hilos para que Luigia, ya jubilada, con montones de hojas escritas y muchas más por escribir, pusiese su vida en unas pocas maletas y con el corazón impregnado del calor caribeño, se radicase en la tranquilidad de la itálica y sureña Provincia de Avelino, donde ha de organizar sus líneas y compartir los mensajes que su alma ha ido dictando. Ofelia Arévalo Ilarraza