Hace ya 45 años, todavía me acuerdo, que la publicidad del coñac Soberano o Fundador se hacía con una botella encima de un atril… La cámara se giraba desde el presentador o presentadora al atril y el locutor o locutora decía: «Está como nunca… Está como nunca… Fundador». Y se volvía la cámara de nuevo al presentador o presentadora que continuaba con el programa. Al mezclador de imágenes, es decir, para pasar de una cámara a otra lo llamaban «cubo»: tres pitorros que subían y bajaban la imagen. Las cámaras empezaban a tener ruedas. Empezábamos a grabar con play-back y pasamos del 35¨ y 16¨ al dos pulgadas
y a una pulgada, luego vino el betacam y ahora el disco duro… En fin, el «autor», humilde «autor», de este libro hace historia de esta televisión de blanco y negro, esa única cadena, esa «casa», que así es como se le ha conocido siempre, esa gente maravillosa que se lo curraba para que todo saliera bien. Esa gran familia que vio aparecer el color y que tuvo que modernizarse, técnicos, iluminadores, maquilladores, ambientadores, etc. Recuerdo que la unidad móvil número 11 de color en Barcelona, todos sus monitores en el panel de realización seguían saliendo en blanco y negro y en tu casa si tenías televisión en color, pues lo veías en color. En fin, 35 años de historias vividas al calor de una televisión que hizo historia y en la que de alguna manera he contribuído, he trabajado y he querido.