Dada la desastrosa situación en que en su momento se encontraban las arcas reales, una serie de circunstancias permitieron al rey Felipe II sanear las mismas al obtener una bula del papa Gregorio XIII. Con ella pudo tomar a la Iglesia determinados bienes y ponerlos a la venta, entre ellos el Señorío Eclesiástico de Alguazas.
Alguazas fue concedida a unos prestamistas genoveses, entre ellos, Signore Giovanni María de Corbari, que, a su vez, la vendió al noble español don Alonso de Tenza Pacheco, señor de las villas de Espinardo y Ontur y del mayorazgo de Celdrán.
Los alguaceños pidieron a Felipe II optar al derecho de tanteo, para ser ellos quienes comprasen su propia localidad y no depender así de ningún señor. A pesar de la oposición de don Alonso de Tenza, y de largos periodos de pleitos y represalias, el 30 de octubre de 1590 los vecinos de Alguazas consiguieron finalmente comprar su propia jurisdicción, lo que fue un hecho singular en el Reino de Murcia.
De estos avatares, que retratan un periodo único en la historia de este rincón de España, trata la obrita que aquí se presenta.