La encantadora e impetuosa Lorena aparece por sorpresa. Con sus miradas y su ternura intenta deslumbrar al joven Daniel, que responde igualmente a sus demostraciones de amor. La limpieza, la frescura de un día, de una flor, que deseaba ofrecer lo mejor de sí misma. Era un despertar a la vida, a la brisa que le acariciaba, la foto que quería fijar su propia imagen. Pero también se vislumbraba dudas, misterio que no dejaba ver la luz. Quedó la imagen, quedó su recuerdo y una mirada penetrante fijó la foto de amor de unos adolescentes. Existían bonitas historias que no impactaban a Daniel, pero le hacía feliz. Fue una nueva sorpresa, una nueva vida, la que aparece deslumbrante, serena, con fuerza, que ofrece ilusiones, proyectos, momentos penetrantes que va descubriendo una nueva vida distinta, que da seguridad, abrazaba el amor auténtico, iluminaba un nuevo camino. Esa seguridad de Gracia María le atrae y se lanza al ofrecimiento de amor que sale a la luz de mediodía. El sol juega con las abruptas montañas que quieren presenciar las miradas de la belleza de la encantadora Alexia que aparece para prolongar el día, el amor al anochecer con embrujo de un mundo distinto, rico en ternura, incógnitas que aún tiene mucho que ofrecer a una vida que se prolonga.