A lo largo de la historia, muchos han sido los personajes que han intervenido en ella tomando un protagonismo que ha merecido que otros lo recojan, lo pongan por escrito y pueda llegar a nuestros días. Ninguno como Jesús de Nazaret, el maestro itinerante de Galilea, quien pasó por aquellas tierras haciendo el bien. Otra era se inició con él y el tiempo se organizó alrededor de su presencia. Un antes y un después surgió a partir de su nacimiento. Un tiempo nuevo se inauguraba. Ya nada fue igual. La política cambió, una nueva ética surgió y las personas vieron la luz en medio de las tinieblas. Trabajar por la justicia y organizar la vida para que hombres y mujeres pudieran relacionarse mejor, era una utopía a iniciar, y todo ello por conseguir que el ser humano fuera más feliz.
Entre toda su efervescencia creativa, en el poco tiempo de vida pública que tuvo, destaca algo verdaderamente sorprendente para la gente de su tiempo: el encuentro y relación del Maestro de Nazaret con las mujeres y con algunas en particular. Sin ellas nada hubiera sido posible. Fueron ellas las que buscaron a Jesús, las que lo eligieron para liderar un movimiento que les hiciera justicia y las sacara del anonimato. Las mujeres, nos dice el Evangelio, estaban con Jesús desde el primer momento, desde que él comienza a trabajar como maestro itinerante enseñando y sanando a los más pobres y necesitados de la sociedad de su tierra. Los hombres llegaron más tarde y fueron recibidos por ellas.
Desde muy temprano las mujeres fueron desplazadas y olvidado su liderazgo. Los poemas de este libro tratan de sacar a la luz la gran injusticia y empobrecimiento que se hace al negar a las mujeres el lugar que les corresponde. Recuperar y respetar la dignidad de las mujeres es justo, urgente y necesario.