Existe un territorio que hace encrucijada entre Andalucía, Extremadura y Castilla- La Mancha, denominado Valle de Los Pedroches; valle extraño sin río que lo defina; tierra aislada y poco conocida, poblada en su parte oriental por una prolongada y suave dehesa. En esta zona, donde la vista puede perderse a lo lejos sin ver otra cosa que no sea un denso e indisciplinado ejército de centenarios troncos de encina que, a su vez, sujetan todo un cielo de una voluminosa masa arbórea; lugar mágico en el que el viajero puede presentir en cualquier recoveco de los muchos peñascales o en el recodo de algún arroyo, la visión de un duende, un gnomo, un hada…En este lugar, digo–concretamente en el pueblo de Villanueva de Córdoba–, aparecí yo la noche de un trece de septiembre. Eso ocurrió allá por el año… Bueno, qué importancia tiene conocer las veces que le he dado las vueltas al Sol; al fin y al cabo la edad es una circunstancia transitoria. Sí diré que fruto de mi dedicación a la enseñanza fue la publicación de “Teatro Breve para la Escuela” (siete obras cortas de teatro infantil) y “Cuentos rápidos para ciegos mentales” (adultos), así como las colaboraciones en prensa local y comarcal. Hay otras publicaciones y otros títulos; pero esos no vienen a cuento ahora.