El autor reúne en este volumen un total de casi sesenta cuentos, seleccionados de entre una producción más amplia que se extiende a lo largo de varias décadas y que viene
a plasmar una constante en la vida de Fernando M. Alejandre García-Cerezo desde su infancia: el gusto por las palabras, la fascinación por sus infinitas posibilidades y el
reto de llevar su poder de sugestión tan lejos como le sea posible. Fruto de ello es la colección de relatos que aquí se presenta, cuya característica común es que carecen de
un verdadero elemento unificador entre sí, pese a lo cual, de alguna forma se percibe en ellos −se intuye, más bien– un hilo que los conecta a todos y que permite que entre
todos forjen el singular estilo del autor, aunque aquí más bien habría que hablar de estilos, en plural, dada la variedad de formas bajo las que se muestra su escritura.
Tal variedad, como se advierte desde los primeros relatos, escapa de los cánones clásicos, de los límites impuestos por una mal entendida corrección estilística. Haciendo uso a placer de esa libertad, aplicada tanto al lenguaje como a la gramática o a la composición, con suma facilidad salta del cuento fantástico y de cierta extensión al microrrelato, a la pura síntesis; de la construcción pautada al fluir desenfrenado de las palabras, en una catarata imparable en consonancia con el rápido y vibrante devenir de unos acontecimientos; de la ingenuidad y de la dulzura en las historias de unos personajes infantiles a la visión pesimista de otros, en los que está presente la premonición de un final insoslayable y próximo; de la ironía, del humor que envuelve un relato a la dimensión de lo absurdo, de lo extraño, de lo inconcebible que subyace en otro; de la economicista utilización de las palabras al generoso adorno de los adjetivos justos, definidores y diferenciadores que enriquecen cada detalle y le dan viveza y colorido. En otro aspecto, el autor demuestra su habilidad para hacer posible, en más de un relato, la sutil convivencia de distintas voces narradoras que se suceden unas a otras con total naturalidad: la del clásico cronista ajeno a la escena, la de alguno de los personajes que intervienen en ella y hasta la del propio protagonista del episodio que deja constancia de primera mano (y en primera persona) de sus más íntimas impresiones.
Y todo ello combinado con el dominio del castellano y la destreza al narrar que caracterizan las composiciones de Fernando M. Alejandre García-Cerezo, otorgando a esta colección un magnetismo que cautiva al lector desde sus primeras líneas.