En este segundo volumen, el protagonista, sintiéndose incómodo en su puesto, decide pasear bajo la tenue luz de las estrellas para aclarar sus ideas; pero sin darse cuenta se aleja tanto de las colas (asentamiento multitudinario de seres que esperan tras su muerte esclarecer su destino) que acaba vagando perdido por el que llaman «el valle de las mariposas». En él, se encuentra con
Sondhojo, su protector, que le advierte del riesgo que corre si no regresa de nuevo a su lugar de reclusión voluntaria. Tras debatirse en la duda, se decanta por conocer esos territorios, fel a su arraigada curiosidad, que persiste desde su llegada a este confín amurallado. En ellos se topará con zonas pobladas de personajes variopintos que, aunque no llegan a aclarar sus dudas, le confortarán como pago al situar su nueva vida en riesgo mortal. Como viene siendo habitual en ese plano, cada vez que se traslada al mundo de los sueños recuerda con añoranza su anterior pasado siendo carnal, como antídoto a su enrevesado presente en ese espacio espiritual en el que se encuentra. Un catastrófico cambio climático que se implanta en la planicie hace que, tras volver, se plantee retomar sus viajes por ese planeta en busca de esas respuestas que ansía desde su aterrizaje en las colas.