Tenía ocho años cuando empecé a escribir GW-BASIC, un lenguaje de programación informático que apareció por el año 83 y con el que me inicié en el mundo de la computación. Todavía recuerdo aquella sensación de satisfacción. Tras escribir unas líneas de código, el programa hacía lo que tú querías. En mi infancia quería hacer
juegos, programas. Me entusiasmaba el hecho de aprender a crear.
Un día mi madre me preguntó: «Hijo, ¿qué quieres hacer de mayor?». A lo que, sin dudar, respondí: «Quiero ser programador informático para poder viajar y trabajar desde donde quiera». Mi madre nunca me preguntó: «Hijo, ¿qué quieres ser de mayor?», porque ella solo tenía un deseo: que fuera feliz. Mi madre, aunque es de letras y todo lo relacionado con la informática le suena a chino (a pesar de hablar perfectamente cuatro idiomas), no dudó en apuntarme a una academia que, por aquel entonces, era de las pocas opciones que había para aprender a programar (hoy en día todo está en Internet, pero entonces la red apenas acababa de llegar a nuestras casas, al menos a Vigo donde yo vivía).
Seguí creciendo. De vez en cuando escribía historias, pero nunca me atreví a dárselas a amigos o familiares. Me daba mucha vergüenza, pues la inseguridad me sobrepasaba.
Y seguí creciendo… Después de haber pasado por una temporada de indecisiones, en la que no sabía qué hacer con mi vida, decidí viajar y dejar mis estudios durante un tiempo. Me marché a las Islas Canarias, donde realicé todo tipo de trabajos, que me sirvieron para darme cuenta de que debía seguir estudiando, y eso fue lo que hice.
Finalmente, comencé como programador informático, mi actual profesión. En algunas ocasiones fui más feliz y, en otras, menos, pero todas las experiencias me sirvieron para aprender, sobre todo para saber lo que no quería para mi vida.
Programar me entusiasma cuando se trata de crear; de hecho, veo una gran similitud entre escribir una novela y hacer un programa, componer una melodía o una receta de cocina. Créanme que no es tan distinto. En una ocasión se lo comenté a un buen amigo y excompañero de trabajo mientras degustábamos unas pintas en un bar de Leamington Spa (Reino Unido). Le decía que tanto programar como tocar la guitarra y componer (algo que siempre me ha gustado) estaban muy relacionados con escribir historias.
A lo largo de mi vida he visitado varios países, conocido distintas culturas e, incluso, vivido en algunos por un periodo de tiempo. En estos momentos me encuentro en Tailandia, entusiasmado, «programando» mi segunda novela. Todos los lugares donde he estado, todos los países donde he vivido, todas las gentes que he conocido, culturas, experiencias, etc., forman parte de mis historias. Ninguno de los personajes hubiera sido posible sin ellas.