Las ficticias —no podía ser de otro modo— entrevistas que me propongo presentarles bajo el título de Galería de Inmortales tienen su origen en la gratitud que debo a los mitos de la literatura universal por lo mucho que me han enseñado para la comprensión del mundo actual.
Algunos “entrevistados” provienen del campo de la novela, otros del teatro, alguno incluso de la poesía. Los hay ejemplares y también denostables, sabios o incultos, viejos y jóvenes, pero todos comparten unas vidas plagadas de aventuras y de experiencia.
En su elección me he dejado llevar, sobre todo, por el interés que me hicieron sentir en la primera lectura. Y confieso que, también, por las facilidades que me daban para la conversación, lo que, como comprenderán ustedes, es un asunto de lo más subjetivo.
Debo dejar claro que estas “entrevistas” no reflejan punto por punto mi propia interpretación del personaje de que se trate, sino que resultan de una interacción entre tres elementos: mi acercamiento racional al personaje, las inferencias lógicas que pueden derivarse y las cabriolas imaginativas que me he permitido.
El resultado, por tanto, ha de ser por fuerza transgresor, en el sentido de que las andanzas y psicología de los “entrevistados” son, en la mayoría de los casos, muy distantes de los comúnmente admitidos.
Y yo pretendo que bastante divertido, precisamente por encontrarse los “entrevistados” en situaciones extrañas al hábitat en que, por regla general, son conocidos por todos nosotros. Pues pienso que los respetables intentos de fijar el sentido de una obra literaria pueden ser aplaudidos como sesudos trabajos académicos, pero poco tienen que ver con la forma en que el libro afila los sentidos y la inteligencia de quien lo lee. Y esta reflexión vale lo mismo para un poema místico que para una narración sicalíptica.