Fue en las tardes de un verano de siestas imposibles, mientras contaba cuentos a su nieta, cuando la narradora esbozó por primera vez la idea de escribir un libro de historias y relatos. Algún día lo escribiría… Ese día no llegaría hasta seis años después, al principio de otro verano. El hito lo marca la lectura de una carta, cuyo contenido -para ella enigmático y familiar a la vez- le lleva a buscar entre papeles, a pasear por caminos y a visitar lugares -algunos reales, otros sólo existen ya en el recuerdo de una Huelva lejana, sencilla y entrañable- y a profundizar en las memorias, con la esperanza de encontrar pistas que la lleven hasta la autora de esa carta que ha recibido casi treinta años después de que fuera escrita. Las búsquedas ponen ante ella huellas y herencias de sus antecesores, y algunos encuentros e historias que estaban casi en el olvido, y la llevan, en ciertos aspectos, a un reencuentro consigo misma.