Llegué a Egipto por primera vez en abril de 2011 y me atrapó sin darme cuenta. En diciembre del mismo año decido volver. Por aquella época, mi vida estaba pasando un mal momento: después de treinta años con el padre de mis hijos, éramos como dos extraños; mis hijos ya eran mayores, y yo me sentía vacía, sola. No era esa mujer fuerte que había sido siempre, mi vida no tenía sentido y empezaba a tocar fondo.
En agosto de 2012 cambio mi vida: decido irme a vivir a El Cairo, sin mirar atrás y dejando lo más importante de mi vida: mis hijos. Conmigo, nueve maletas y un inglés básico, sin saber árabe. En estos momentos, el país no pasa por sus mejores días a nivel político, pero yo dejo mis miedos atrás y solo miro hacia delante. Necesitaba encontrar esa paz que no tenía, la confanza en mí.
Egipto y su pueblo me recibieron como a una reina. Creo que ha sido la lección más importante de mi vida: su esencia, sus valores. Me enfrenté a mis miedos, volví a creer que podía, volví a ser esa mujer fuerte, a respetarme. No fue fácil, pero hoy sé que volvería a hacerlo por todo lo que aprendí. Este libro es la primera parte de Esencias de Egipto, un homenaje a este hermoso país, a su pueblo, a todas las personas que se cruzaron en mi vida.
Algunas de ellas no se quedaron en ella, otras continúan conmigo, pero todas me aportaron, todas me dejaron su esencia. Si me preguntáis “¿fue fácil?”, yo diría que no, para nada lo fue: mujer, sola, occidental; me caí muchas veces, pero me levanté con más fuerza que nunca. ¿Y cómo lo hice? Día a día…