Ahora que te pillo, lector potencial, husmeando esta contraportada, aprovecharé para explicarte algunas razones de peso por las que deberías tener este libro. La primera, su propio peso; el libro tiene más de 300 páginas que pesan lo suyo, lo que propicia que la relación cantidad-precio sea inmejorable. La segunda es que está muy bien escrito, que por algo los de la editorial me han corregido con apiadado altruismo las abundantes (e hilarantes) faltas de ortografía (puedo escribir sin erratas, pero las cometo aposta para parecerme a García Márquez). La tercera es que estás ante un ejemplar único en dos sentidos, valga la paradoja: por una parte, será el único que tengas en casa. Y por otra, es el único que he escrito, ya que pienso seguir la estrategia de Salinger o Rulfo: prodigarme poco para convertirme, siendo bastante inculto, en un autor de culto. Cuarta: como el libro contiene muchos y variados artículos, alguno habrá que te guste, aunque solo sea por las leyes de la probabilidad (como un antiguo amigo que le tiraba los tejos a toda tía que se cruzaba en su camino para, decía, tener así alguna probabilidad; espero que la suerte de este libro sea mejor que la de mi amigo). Quinta: puedes leerlo en el orden que te dé la gana, y en este punto aventajo al propio Cortázar, que nos da un orden alternativo para su Rayuela, pero lo que aquí es auténtica libertad, en su caso siempre me pareció una pretensión de impostado vanguardismo. Sexta: los artículos son comentarios divertidos sobre la actualidad, o sea, enseñan y deleitan a la vez, como los de Larra, ¡toma ya! Hay, lector potencial, más razones de peso, pero no te las voy a contar todas, deja de ser potencial y descúbrelas tú mismo.