El Bonillo, una aldea creada hacia los siglos XIV-XV, tras la reconquista de la zona de Alcaraz, en lo que se denomió Campo de Montiel, zona de Albacete, consiguió su independencia como villa en 1538, llegando a ser una de las mas ricas de la comarca, en base a la gran roturación de tierras realengas, sus grandes dehesas para la cria del ganado y sus riquezas madereras. De igual forma su parroquial se convirtió en una de las mas ricas del Arzobispado de Toledo, al que pertenecia, por el importante volumen de sus diezmos, junto a los beneficios acumulados por la desaparición de pequeñas parroquias limítrofes. Esta gran riqueza hizo aumentar su población y con ello la necesidad de un espacio de culto mayor en la parroquia, siendo ampliada hacia finales del siglo XVI, dotándola además de una monumental torre, con su chapitel, una bonita ventana plateresca y una portada de puro estilo dórico, en la puerta de entrada principal al templo. Entre su población, de unas 3.000 almas, la religiosidad fue muy intensa, proliferando la creación de gran número de cofradías, en número superior a la veintena. Hacia 1588 se instaló en la villa la Orden de Agustinos Descalzos, donde permaneció dos siglos, con gran empeño en su labor apostólica. A mediados del siglo XVII llegó a la villa un crucifico, procedente de Roma, que en la primavera de 1640 sudó durante 17 días y produjo otros varios milagros, por lo que se nombró Patrono de la villa. Para el fomento de su culto y la administración de sus bienes se creó la Cofradía del Santísimo Cristo de los Milagros, que ha permanecido hasta el día de hoy, cumpliendo fielmente los distintos capítulos de sus ordenanzas. No existió en El Bonillo tradición nobiliarias, pero un grupo de hacendados agricultores aumentaron sus fortunas con la captación de tierras roturadas procedentes de los bienes realengos, en base a las importantes ventas que realizaron la dinastia de los Austrias, y del aprovechamiento de los bienes comunales, con la ocupación de sus puestos de influencia en los oficios del Concejo de la villa. Un reducido y poderoso grupo de hidalgos, que junto a las élites eclesiásticas dominaron la vida social, política y religiosa, durante la Edad Moderna.