La lectura de este poemario me ha proporcionado la placentera satisfacción de resolverme distintas curiosidades que su solo título me había suscitado. La primera de ellas me la genera el hecho desconcertante de que los mitos de la Caverna y el de Er, descritos por Platón en su República, se conviertan en fuente de inspiración para un género de escritores a los que el filósofo había arrancado de las entrañas de su república ideal. Pero mi curiosidad se acrece al advertir el propósito del autor de coligar el desarrollo de la historia de la humanidad con la estructura y el carácter de la doctrina escatológica de Platón, de modo que los hitos realizados por los hombres, que el autor relata en diferentes poemas, parezcan urdidos por el huso y la rueca de las Parcas y queden así incorporados, desde Adán hasta nuestros días, al mito de Er y encadenados a los desinformados rigores de la Caverna. El relato de las Bodas de Caná y algunos otros están fuera de este tablero, permitiendo que en el poema final la alondra dirija al hombre en su oscuro caminar hacia su raíz luminosa. Además de esta originalidad del poemario, que difiere de los temas al uso, le ayuda también a reforzarla la abundancia de notables aciertos poblados de aromas bíblicos, filosóficos y sociales en el decurso de este viaje que realiza a través de la historia. Finalmente quiero resaltar que a su riqueza léxica, sin cultismos, le acompaña un notable sentido rítmico que destila con frecuencia una gran musicalidad y un placentero y armonioso cromatismo.