Buenos días, Quique es la mirada de un adolescente, intensa como el café que me preparo cada mañana. Es su fiel reflejo en primera persona, confuso y desorientado desde el principio, en un instituto de la periferia de Barcelona. Su mentalidad universitaria desborda y pulveriza su pupitre de instituto catalán, en la última fila de clase, que le sabe a poco. Comienza el curso y con él, su mundo de reflexiones filosóficas sin límite, sin prejuicios y sin barreras. Sin filtro. Lógicamente, acompañado por toda una clase de alturas: sus amigos. Realidad actual aderezada con tintes salidos de tono, metáforas y paradojas. Problemática lingüística en los institutos de Cataluña y un nuevo profesor de Castellano que irrumpe de forma brusca, en una clase fría como el aula. Una rutina de años, impuesta por unos profesores que no les comprenden. Y un iceberg que, de forma paulatina, se deshiela para dar paso al fluir de las ideas. Tamara, estudiante ejemplar y con excelentes notas, propone algo: hacer una novela sobre ellos. Un relato sobre el aula, que pueda provocar su interés verdadero por la lectura, ya que todos los libros que les mandan son obligatorios. Pesados y sin sentido. Cansados de los mismos temas de siempre, quieren escapar de la imposición y romper moldes. Alumnos sinceros y reales plasmados en sus propios personajes, donde ellos tienen la palabra. Su perspectiva, sueños y realidades harán de este libro algo insólito: ellos son los verdaderos autores y protagonistas. Con sorpresas que rozan la realidad y la fantasía, como la vida misma. Porque nunca sabes lo puede pasar ni de aquí a treinta segundos.