Tomás Martínez (1937) nunca ha publicado un libro, ni tampoco se había imaginado haciéndolo. Ahora dice que con los años ha sufrido demasiadas pérdidas, entre ellas el pudor de mostrar lo que piensa, lo que siente y cómo lo traslada a la escritura.
Aun siendo netamente diferentes, casi contrapuestas, su experiencia profesional y las aficiones más arraigadas, ha vivido ambas con intensidad, apasionadamente.
Durante unos años, sus estudios de ingeniería le llevaron a formar parte de una gran empresa de electricidad y posteriormente ejerció su vocación empresarial en el sector de automoción, con una larga actividad.
No ha estado escaso de aficiones. Lector desde siempre, presentes permanentemente el cine y el teatro. Espectador activo de música, pintura y arquitectura, indispensables en sus mejores momentos. Muy interesado en la historia. Los viajes han sido disfrute y aprendizaje, la mejor experiencia vital.
Al editar esta recopilación de notas dispersas, gimnasia de jubilado y desván de recuerdos, tiene un objetivo prioritario: “que mis cuatro nietos lo lean, lo guarden, me recuerden… y lo relean cuando ellos sean abuelos”. Nostalgia del futuro.