Mohamed ibn Abi Amir (luego llamado Almanzor), la niña vascona Subh (luego esposa favorita del segundo califa de Córdoba y madre del tercero) y Gerbert d’Aurillac (monje de humilde origen que llegará a ser papa de la Iglesia, como Silvestre II), nacieron el mismo día y a la misma hora. Su común circunstancia determinará que se conozcan en la esplendorosa capital del califato andaluz, a la edad de veintisiete años. Ese día tomarán conciencia de su destino al comprender el significado de unas antiguas marcas, que han venido obsesionando sus vidas por separado. Dichas marcas se encuentran impresas sobre la piel de Subh, en su píxide de marfil y en una cabecita de oro que le fue entregada al monje, Gerbert, por un mago druida. Al tomar contacto, ambos objetos, se derramará sobre los dos varones una especial energía que los impulsará a tratar de lograr el poder a cualquier costa hasta el día de su muerte; fecha que les queda revelada. Tomando esa apócrifa situación como germen de una ambición y razón de un destino, la novela se desarrolla en la época dorada del califato de Córdoba y, esencialmente, relata la vida del moro Almanzor: su llegada, su ascensión, su trayectoria y su final, en clave de leyenda. Toda la narración se sumerge en la épica alto-medieval española, observada tanto desde la tópica musulmana como cristiana: califas, reyes, visires, caballeros, lugares, batallas, héroes, traiciones, intrigas, infamias… pasiones amorosas. Recogiendo y adaptando como parte integrante del relato algunas tradiciones legendarias castellanas, emanadas de cantares de gesta coetáneos, como los siete infantes de Lara o la condesa traidora. La guerra entre Islam y Cristiandad, simbolizada en el marfil y el oro, se culminará a caballo del primer y segundo milenios de nuestra era con dos individuos excepcionales frente a frente: Almanzor y Silvestre II