José María Irigoien, segundón en una familia campesina de los montes guipuzcoanos, nace a principios del siglo XVIII y se verá obligado a buscarse la vida para poder ver cumplidos sus sueños de juventud. Aunque son tiempos difíciles para el pueblo en general en una España dominada por la nobleza y el clero, consigue participar en los grandes acontecimientos históricos de una época en la que España recupera protagonismo en el concierto de las naciones.
Aparece por el reino de Nápoles, pasa a desempeñar funciones de espía en Cuba y Jamaica, bajo dominio inglés, participa en la batalla de Cartagena de indias junto a don Blas de Lezo y, finalmente, llega a Nueva España, donde es destinado a Santa Fe, en el septentrión hispano.
Ya en Nueva España, conoce a los nativos de estos territorios y tiene que combatirlos encuadrado en las tropas presidiales, los célebres Dragones de Cuera, que eran los encargados de proteger las granjas, haciendas y misiones de esas tierras ante indios, franceses, rusos y quienquiera que tratase de soliviantar el orden virreinal. Allí conocerá el amor, tendrá a sus hijos y sufrirá también la pérdida de sus seres queridos, volviendo finalmente viejo, cansado y enfermo a sus montañas guipuzcoanas, cuando se siente ya a las puertas de la muerte. Es en este paisaje de su infancia donde escribirá sus andanzas, que no son sino las de un hombre de ese tiempo duro, de grandes cambios, de luchas denodadas en el que se vio obligado a buscarse la vida aprovechando todas las oportunidades que esta le dio.