Con la llegada a una nueva ciudad, Darío se resiste a darle vueltas al tema del amor, evitando este sentimiento con su comportamiento propio de un hombre prepotente, blanco, heterosexual y de clase media, al que solo le conciernen sus propios problemas, mofándose de las desigualdades en la sociedad del primer mundo, ya sean estas cuestiones de género o económicas. Se convence a sí mismo de ser un dandi del siglo XXI, bien educado y lo sufcientemente bien instruido como para no equivocarse en su forma de pensar y en sus actos. A través de esta apatía frente a la vida, se narra cómo Darío asume un papel de macho para experimentar cómo interactuarán las personas que lo rodean. Sorprendido y asqueado por comprobar que, a pesar de ser un hombre inmundo, sigue siendo aceptado en la sociedad, Darío cae en la desidia conforme entiende el mundo en el que vive.
La novela, psicológica y existencialista, posee rasgos esencialmente sociológicos de la España del 2019, ya sea por referencias políticas, por el debate que en ocasiones generan temas como el feminismo o la dependencia de las redes sociales y el teléfono móvil. Sin olvidar un tema tan potente como lo es el amor que, aunque parece permanecer en el subterfugio de la obra, es el debate secreto que se plantea el personaje, como si fuera un Fedro de Platón, luchando por controlar a sus caballos blanco y negro como buen auriga, escapando de clichés románticos para conseguir lo más parecido a la libertad emocional y el respeto hacia los demás y a uno mismo. Como un puzle emocional de la vida pasada, presente y futura de Darío, el lector irá sumando y colocando las piezas a lo largo de la obra, buscando la ternura y la sencillez entre la diversión, el exceso y lo primitivo que puede resultar un ser humano.