«Lo bueno, si breve, dos veces bueno», dice el refranero, fuente de filosofía popular. Si bien esta máxima se puede aplicar a casi todo, se agradece especialmente en literatura. No hay nada peor que esos libros «globo» a los que se les podría quitar la mitad de sus páginas y seguirían diciendo lo mismo. Es algo parecido, si me permiten la licencia, a cuando un alumno se enfrenta a una pregunta complicada en un examen, a una pregunta cuya respuesta conoce pero no lo suficientemente bien, y engorda lo que escribe para que parezca que sabe más de lo que sabe.
Pero ojo, aunque quizás lo parezca, no es fácil sintetizar en literatura, y mucho menos en filosofía. La tendencia natural de un escritor le lleva a escribir siempre más de la cuenta, y muchos, poseídos por su ego, son incapaces de meter tijera a sus siempre maravillosos textos. «He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta», dijo en cierta ocasión el grandísimo pensador francés Blaise Pascal al respecto de esto que les comento. Cuánta razón tenía.
Pero, si en literatura es digna a agradecer la brevedad, como decía, en filosofía lo es aún más. O debería serlo. De hecho, existen varias modalidades de sentencias filosóficas breves, como el aforismo, una oración que pretende expresar una idea de manera concisa, lógica y definitiva, y sus primos hermanos los apotegmas (lo mismo, pero dicho por un famoso) o las máximas (que tienen un contenido eminentemente moral). Nosotros, los íberos, tenemos nuestra propia modalidad, un género creado por el vanguardista Ramón Gómez de la Serna que recibe el nombre de greguería.
Dicho esto, este libro del que quiero hablarles, Hay un Filósofo en Ti, escrito por Luis Sánchez Arguiano y publicado recientemente por la Editorial Círculo Rojo, es una extraordinaria recopilación de pequeñas capsulas de sabiduría, pequeñas consideraciones, que cobijan y custodian en su interior pensamientos tan poderosos como necesarios. Son como pequeños disparos de filosofía que se adentran con fuerza en lo más profundo de la conciencia de los lectores y les llevan a meditar sobre los diferentes temas que este pensador nos plantea.
Por sus páginas vemos pasar cuevas en las que escondernos, corazones mordidos, cambios de aires, tiempos compartidos, arrogantes exhibicionistas, obras de arte humanas, miradas no encontradas, verdades insoportables, agujeros de desconfianza, ruinas vitales, dolores que curan, amores sin peso, médicos del corazón, bocas traidoras, lugares revisitados en los que nos reencontramos con lo que fuimos, silencios rotos, feos por dentro, océanos existenciales desconocidos, lágrimas de colores, luces cegadoras, vacíos llenos, tiempos gastados y regalos de Navidad.
Es un canto al sentido del humor, a las caras lavadas sin maquillaje, a las miradas que hacen el amor, a la necesidad de querernos más a nosotros mismos, al poder —a veces cruel— de las palabras, a la gente que, orgullosa, ni se considera normal ni quiere serlo. Es un canto a la libertad, al respeto, al derecho a elegir una manera de vivir; al optimismo bien entendido, a los que quieren quererse, a los valientes que rompen los armarios, a los desconocidos que no quieren estar solos, a los que arriesgan.
Es un quejío contra las soledades nocturnas, contra los detalles que terminan con las historias de amor, los eclipses ilusorios, las rutinas adictivas, los recuerdos que duelen, los amores muertos; contra los que dicen que lo importante es participar, cuando quieren ganar, o los que consideran que estar loco de remate es algo malo, o los que intentan luchar contra lo que sienten.
En definitiva, tanto en su lúcida y vivida poesía —sin rimas, ni falta que hace— como en su reflexiva y melancólica prosa, Luis Sánchez Arguiano se desenvuelve con la soltura y la seguridad del que parece llevar haciéndolo toda la vida. No duden en hacerse con esta pequeña joyita, Hay un Filósofo en Ti, que aunque es limitada en páginas, es grandiosa en reflexiones y sentimientos. Ya saben, lo breve, si bueno, dos veces bueno.