Hacía falta contarlo sin tapujos, sin medias tintas, sin disimulos, llamando a las cosas por su nombre, ha sido necesario desnudar las cicatrices más íntimas para tomar las medias exactas de los sufrimientos ocasionados por el sistema judicial de familia, para dibujar con precisión la radiografía de este fracaso institucional, para señalar con rigor las afrentas de este “perverso mecanismo” a la lógica, la ética y la moral, tenía que retratarse así de cerca, para que los responsables no pierdan un minuto más en reformarlo drástica y urgentemente.
Si lo aquí relatado puede ocurrir, como doy fe ha ocurrido letra a letra, nada debería ser igual mañana, porque la ignorancia ya no será una excusa para mirar hacia otro lado.
Para ello necesito tu contribución como lector, y tu participación si tienes una historia semejante o cualquier otra posibilidad de colaborar con esta noble causa.
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