Dorian nunca pudo imaginar que la aparición de Bashir en su vida pudiese alterar el rumbo de sus días de forma tan determinante. Hasta la primavera de 2004 cree tenerlo casi todo controlado, cuando con algo más de veinte años estudia Traducción e Interpretación en Córdoba. Pero, a partir de ese mismo instante, un cúmulo de sensaciones y estímulos difíciles de controlar marcarán su vida. Sensaciones y estímulos a veces con nombres y rostros y otras veces con el encanto de las ciudades. Córdoba, con su encantadora judería; Ámsterdam, con sus tranquilos canales, que guardan la esencia de una de las ciudades más liberales de Europa; o Tánger, con su laberíntica medina, son algunas de las ciudades por las que Dorian va madurando como mujer a la par que lucha contra la duda, su enemiga íntima, y con la luna siempre como testigo callado.