Los límites entre las obras históricas de no ficción y la novela histórica parecen claros, pero en muchas ocasiones estos límites se diluyen y los géneros se mezclan. Muchos historiadores contemporáneos, aunque siguen acogiéndose con rigor al método científico (donde prima la prueba documental y el esfuerzo de comprensión-reflexión), exponen y desarrollan sus propuestas de forma literaria y con unas maneras muy cercanas a la narrativa. Son escritores que utilizan en numerosas ocasiones recursos y estilos similares a los que emplean los autores de ficción histórica. Por otro lado, todo buen novelista histórico que se precie tiene que emplear, necesariamente, las mismas técnicas de investigación que los historiadores.
La diferencia, quizás, radica en que las obras de ficción histórica son discursos escritos que informan de lo real, pero sin pretender representarlo con exactitud ni sentar cátedra, mientras que los historiadores tienen la clara y explícita intención de construir una representación adecuada, precisa y lo más exacta posible de una realidad que fue y ya no es.
Claro, no todos los creadores de ficción histórica lo hacen del mismo modo. Algunos hacen pasar historias inventadas como si se tratase de sucesos reales. Hay miles de ejemplos, desde La vida y las aventuras sorprendentes de Robinson Crusoe, que escribió el gran Daniel Defoe en 1719, afirmando que se trataba de una «precisa historia de los hechos», cuando en realidad se trataba de una autobiografía ficticia —aunque inspirada en la historia real de Alexander Selkirk—; a la famosa saga Caballo de Troya de Juan José Benítez, que pretende ser una transcripción del diario real de un militar estadounidense que participó en un experimento que le llevó a viajar en el tiempo hasta la época de Jesús.
Y luego están los escritores de ficción histórica que utilizan acontecimientos reales, documentándose con el mismo rigor que los historiadores, para construir relatos de ficción, tejiendo mentira y realidad —qué conceptos tan abstractos, relativos, difusos y esquivos— y creando un relato coherente. A este grupo pertenece esta obra, Alrededor del mundo, del autor Isidro Del Río Barberena , recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo, la continuación de una novela anterior titulada El primer abrazo, donde comenzó a narrar la extraordinaria epopeya que protagonizaron Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, y su tripulación, que terminó con la gesta de la primera vuelta al mundo. Así, esta nueva entrega comienza el 28 de noviembre de 1520, cuando la expedición tomó contacto por primera vez con un nuevo al que, por sus aguas calmadas, llamaron Pacífico, y termina con el ansiado regreso a España, el 8 de septiembre de 1522.
Es decir, la trama comienza cuando el capitán Fernando de Magallanes y la tripulación de las tres naves que quedaban, de las cinco que partieron de Sanlúcar de Barrameda, llevaban ya más de quince meses de viaje. Por delante tenían veintiún meses más de tribulaciones y sinsabores, empezando por la terrible travesía por el recién descubierto océano, durante la que el hambre y el escorbuto hicieron estragos entre los navegantes; la llegada a las islas Marianas y las islas Filipinas, como fueron conocidas posteriormente, en marzo de 1521, donde Magallanes perdió la vida, como su sucesor, Duarte Barbosa; la dura travesía hasta las Molucas, las islas de las especias, a donde llegaron en noviembre; el viaje de regreso a España de uno de los dos barcos que quedaba, la Victoria, capitaneada por Juan Sebastián Elcano, que partió hacia el oeste el 21 de diciembre —el otro navío, la Trinidad tardó un tiempo en partir, debido a unas reparaciones que tuvieron que efectuar, y al poco tiempo estuvo a punto de naufragar, siendo finalmente rescatados por los portugueses, que retuvieron a la tripulación durante varios años—; y la llegada al puerto de origen, Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522. Concluía así la azarosa primera circunnavegación al globo. Un dato deja claro lo complicado que fue toda esta aventura: de los 239 hombre que iniciaron el viaje, solo regresaron con Elcano dieciocho, él incluido —aunque posteriormente llegarían los doce supervivientes de la Victoria y los cinco de la Trinidad.
Habían demostrado no solo que la Tierra era esférica, aunque ya lo tenían más que claro, sino que era mucho más grande de lo que se pensaba hasta entonces. Además, descubrieron para Europa el mar que separaba América de Asia, así con un sinfín de especies vegetales y animales nuevas. Todo esto supuso un fuerte impulso para el comercio intercontinental, al que se lanzaron con especial furia España y Portugal.
Como debe ser en una buena novela, los personajes se van construyendo como un engranaje al que se le van agregando, poco a poco, dosificada pero insistentemente, nuevas piezas. Y, como debe ser en una buena novela, se trata de personajes riquísimos, complejos, poliédricos y llenos de historia. Nuestro autor, Isidro Del Río, va aportando y construyendo poco a poco los personajes de esta trama —recuerden, esta es la segunda parte de una obra anterior—, y lo hace con calma, con la precisa intención de que el lector vaya empatizando de forma paulatina con ellos y consiga comprender sus pensamientos, sus intenciones y sus complejidades. Ese es el mayor logro de este libro, el intento del autor, más que acertado, por explicar el mundo interior de los personajes; no en vano, es psicólogo, lo que le permite ofrecer un espectacular análisis de los pensamientos y emociones de los personajes más importantes de esta genial obra; y lo que es más importante, su propia evolución.
Se trata, en resumidas cuentas, de una novela de personajes. Pero también es una novela de espacios y de tiempos, tanto de los barcos en los que se desarrolla la travesía, como de los lugares en los que desarrolla la historia y los recuerdos de la vida anterior de algunos de los protagonistas.
Y todo esto sin olvidar el exquisito y metódico trabajo de documentación y de investigación histórica y literaria que el autor ha tenido que realizar para contextualizar las diferentes tramas de la novela; ni la necesidad de acudir a la ficción para explicar y concatenar algunos de los episodios, un recurso literario más que justificado en este tipo de obras.
En resumidas cuentas, y ya concluyendo, se puede afirmar sin ninguna duda que Alrededor del mundo es una grata sorpresa y todo un soplo de aire fresco en la narrativa histórica española contemporánea. Absolutamente recomendable.