En cierta ocasión, el gran Lord Byron dijo una frase que le viene que ni pintada a esta novela: «Es extraño, pero es verdad; porque la verdad es siempre cosa extraña; más extraña que una ficción».
Stranger than fiction, que dicen los angloparlantes. Y es que la realidad, para el que sabe aprehenderla en su justa medida, es extraña y, por lo tanto, es una fuente inagotable, por paradójico que pueda parecer a primera vista, para crear ficciones literarias o cinematográficas. Esta novela, Bebedores de té, de José Manuel Caamaño Sánchez, publicada en 2018 por Editorial Círculo Rojo, lo viene a demostrar. Y no es porque esté inspirada en hechos reales, sino más bien porque usa historias reales, o potencialmente reales, para crear una ficción tan creíble como plausible
No en vano, el autor de esta pequeña joya literaria, José Manuel Caamaño ,es comisario de la Policía Nacional, cuerpo en el que lleva 45 años, muchos de los cuales los ha dedicado, en primera línea de batalla, a la lucha contra la droga y el crimen organizado, ya que ha trabajado en uno de lo puntos más calientes de Europa: el estrecho de Gibraltar, dónde se desarrolla la acción de esta novela.
Sabe de lo que habla porque lo ha vivido. Conoce la forma de trabajar de la policía, los recovecos legales y burocráticos que suelen entorpecer las investigaciones y, lo que es más importante, la forma de pensar de los criminales, en este caso de los narcotraficantes, y de algo más que preocupante, que cobra gran protagonismo en esta obra: el tristísimo fenómeno de la corrupción policial. De ahí algo que se percibe desde las primeras páginas de la novela: el realismo extremo, determinado por la veracidad de las historias paralelas que se cuentan y de los personajes, alejados de los típicos estereotipos y clichés del género, aunque siempre dentro de la arquetípica estructura del héroe frente al villano. Quizás sea esto, precisamente, lo más ortodoxo de Bebedores de té, ya que, al contrario que muchas propuestas recientes de este género, los protagonistas principales no son personajes decadentes, de dudosa reputación y con una moral algo ambigua. Al contrario, son personas honorable y dignas que luchan por la justicia y por sacar a la luz la verdad. Y los villanos tampoco son personajes maniqueos y malévolos per se, sino que tienen, como todos, sus claroscuros.
Por otro lado, desde una perspectiva puramente formal, destaca la capacidad del autor para crear el necesario e imprescindible clímax, característica esencial de la novela sobre crímenes y asuntos policiales. Lo hace, como es habitual, dosificando la información y creando tramas paralelas, consiguiendo con ello que el lector no pueda despegarse del libro hasta pasar la última página.
Además, la prosa de José Manuel Caamaño Sánchez brilla de manera especial en las descripciones de ambientes, consiguiendo transportar al lector a cada uno de los lugares en los que se desarrolla la acción del libro. Esto, unido a la impresionante caracterización de los personajes, tan ricos en matices y en detalles como los lugares que describe, provoca una experiencia inmersiva en el lector, algo que puede parecer fácil de hacer, pero que solo consiguen los maestros de la pluma. Por supuesto, también ayuda el lenguaje cercano, urbano y realista que imprime en los personajes, muy del día a día, que permite que el lector empatice con los actores de esta novela.
Dos ideas me han llamado especialmente la atención. Por un lado, la descripción que hace el autor de la dura vida laboral de los policías encargados de la lucha contra el narcotráfico, una vida laboral de entrega absoluta, sin horarios y con muchas dificultades. Imaginen, por ejemplo, las jornadas de vigilancia de algunos sospechosos o las escuchas telefónicas, terriblemente tediosas, ya que para encontrar una sola pista se pueden emplear horas de trabajo monótono y aburrido. Meses de espera para poder concluir con éxito una operación, aunque en muchas otras ocasiones todo terminaba en fracaso por motivos variables (chivatazos, cambios en el lugar de desembarco, robo de la mercancía por otros traficantes en alta mar, etc.).
Por supuesto, José Manuel Caamaño también aprovecha la narrativa de ficción para traer a colación un tema siempre vigente: la posibilidad de legalizar las drogas, o al menos las consideras como «blandas» para acabar con algunos de los males asociados con estas sustancias, como la marginalidad, el control de las mafias o el dinero negro. Su perspectiva, expuesta en boca de uno de los personajes de la novela, Domingo, es que no, no sería eficaz y que, al contrario, podría empeorar aún más las cosas. Merece la pena leer el debate que se plantea sobre este tema en un momento determinado de Bebedores de té.
En resumidas cuentas, una obra muy interesante que hará las delicias de todos aquellos aficionados a las historias reales, aunque no sean reales. Muy recomendable.