¿Qué opina sobre el controvertido tema de la legalización de las drogas, del que se hace en un momento determinado de Bebedores de té?
De entrada, luchamos para minimizar el consumo de las drogas legales, alcohol y tabaco, ¿queremos tener más productos dañinos para la salud? Yo, particularmente y por mi experiencia en ese problema, estoy en contra, en tanto no se demuestre por expertos de verdad, no tertulianos más o menos interesados, que pueden no ser tan dañinas. Como expongo en mi novela, y como he comentado en muchas charlas, planteo cuatro preguntas y las consecuencias de la decisión que se tome al respecto. Aquí os dejo tan solo las dos primeras preguntas: 1. ¿Legalizamos todas o solo algunas? 2. ¿Legalizamos su consumo a cualquier edad o ponemos un límite? Y que cada uno, con la mano en el corazón, busque una solución. Yo no la tengo.
¿Cómo se podría, entonces, acabar con esta lacra?
A mi entender es, principalmente, un problema de educación, de formación. Si entendiésemos que son dañinas, no solo para mí sino también para los que me rodean, quizás lograríamos que la gente lo pensase antes de consumirlas. También hay corrientes que hablan de su uso terapéutico, en el caso del cannabis. Si es así, que no lo dudo, que lo estudien y elaboren fármacos, como pasó en su día con la morfina, derivada del opio. Al enfermo no se le da una pipa de opio, se le aplica un fármaco y en determinadas circunstancias. Pues si en el cannabis hay alguna sustancia útil como medicamento, vamos a trabajar sobre ella, pero no por la vía del consumo directo, que además es una barrera muy fácil de sortear y tras la que, en multitud de ocasiones, se parapetan otros intereses. En líneas generales, si conocemos las drogas y conocemos sus efectos, podríamos pensar en plantearnos el descenso de su consumo incluso un consumo moderado. Pero la verdad es que resulta una utopía. ¿Qué pasa con el alcohol? Se hacen muchas campañas, sí, pero llega el fin de semana y se dispara su consumo, y con los excesos de consumo vienen otros excesos, de consecuencias ya penales, desde delitos de índole sexual a delitos de sangre. ¿En cuántos de estos delitos están presentes la drogas, legales o ilegales? ¿En cuántas de las muertes o de los accidentes de tráfico está detrás una droga?
¿Qué hay de real en esta historia?
Bebedores de té es, de inicio, una novela, pero no puedo negar que con un trasfondo real bastante importante. Por mucho que lo haya intentado, no he podido apartar mis más de 30 años de experiencia en la lucha contra el narcotráfico, a nivel nacional e internacional, a la hora de escribir, de narrar. Con ello se puede percibir que la novela es muy real. Así me lo han dicho muchas personas que conocen este mundo desde diferentes puntos. Y a su protagonista principal, Domingo, DOGO, le hago seguir una trayectoria profesional que coincide mucho con la mía. Lo pongo en muchos de los mismos lugares en que yo estuve y comparte con muchos personajes que yo conocí y traté. Pero sobre todo refleja la realidad de cómo se vive ese mundo de narcotráfico desde ambos lados de la línea que separa lo legal de lo no legal.
¿Qué le llevó a escribir esta apasionante novela?
Todo comenzó tras conocer a Daniel Monzón, director de cine, y su equipo, con ocasión de asesorarle en ciertas cuestiones profesionales para rodar la película EL NIÑO. Luego los acompaño a Marruecos, para localizar lugares de rodaje, dado mi conocimiento del país pues había estado allí diez años como OFICIAL DE ENLACE DE LA POLICÍA ESPAÑOLA. Los llevo a Ketama, zona que conozco bastante bien, les enseño las playas y zonas de carga, lo que es Tánger la noche, donde se mueven todos los negocios, y ven que lo que habíamos hablado semanas antes, era cierto, que no eran fantasías. Son semanas intensas en las que yo les cuento y ellos descubren. Parte de esas cosas quedan para la película EL NIÑO, pero Daniel me invita a escribir mis experiencias, que hay mucho que contar, y de ahí surge la idea de escribir. Ahora con más intensidad y dedicación pues ya me jubilé.
¿Por qué este título, Bebedores de té?
Para muchos es extraño, apunta más a algo británico. Pero no, tiene una razón muy clara. Todos estos negocios de tráfico de drogas entre Marruecos y España, se cerraban en el país norteafricano y siempre se hacía con un vaso de té, té moruno, como ellos mismos dicen, sin que nadie se sienta ofendido, no como aquí con lo políticamente correcto. Allí los pinchitos, el pollo, son “morunos” y así te los ofertan. Pero todo bebiendo un té.
¿Cómo recomendarías Bebedores de té a sus potenciales lectores?
Hoy en día vemos que en el cine, en la televisión, en la novela, el género policíaco o policial, es el que marca la pauta. En Bebedores de té encontraréis algo distinto dentro de ese género. No es una novela clásica de crímenes, es un subgénero diferente, el del mundo del narcotráfico, de las mentiras, los engaños, los ajustes de cuentas, las venganzas, los secuestros, pero escrito de una forma clara y sobre todo muy real, por alguien que lo ha vivido y trabajado durante muchos años. Te mostrará lo que hay dentro y detrás de este mundo escrito y narrado por alguien que lo ha vivido y trabajo en primerísima línea durante más de 30 años. Descubre ese mundo.
¿Te atreverías con otro género literario?
Tengo que reconocer que para mí, en principio, este género policíaco me es más fácil, dada mi experiencia, pero como me gusta escribir no quiero encasillarme. Sí, sí me atrevería con otro género. Me costaría algo más, pero me lanzaría a la piscina. No sería el alter ego de DOGO si no me atreviese.
¿Algún proyecto en ciernes?
Bien, aquí tengo que indicar que Bebedores de té es una primera entrega. Detrás vienen otros libros, pero de su sucesor, o continuación, no puedo anticiparos título dado que lo tengo presentado a un concurso literario. Aparte estoy haciendo mis pinitos en novela de ficción, por un lado, y en otra novela digamos que de corte más clásico, alejada del tema policial. Así que ahora mismo tengo acabado el libro que ya os dije que he presentado a concurso, y estas dos que están abiertas y en pleno proceso de creación.
¿Cuáles son tus principales influencias literarias, filosóficas y artísticas?
En primer lugar quisiera indicar que creo que cada escritor debe tener lo que diríamos su propia voz, su estilo personal, o debe irlo buscando. Que puede dejarse influenciar, sobre todo en su comienzo, por esos autores que le gustan de una forma especial, pero hay que dar el salto, independizarse. Me gusta leer de todo, y tan pronto estoy con un premio Planeta como con el libro de un escritor tan nuevo como yo, y todos me gustan, de todos aprendo. Cada época tiene su género, su estilo. No podríamos poner la forma de escribir, de narrar, de Gabriel García Márquez, en un ambiente español. Él escribe en su Colombia, México, en ese entorno. Me encanta, pero esa voz no es fácil sacarla de allí. Quizás mi trabajo me ha hecho ser un tanto aséptico en cuanto a influencias. Hasta ahora he afrontado las cosas desde la que me parecía la más estricta realidad, sobre todo en el aspecto profesional, con informes, análisis de situaciones y demás, y eso me ha marcado en mi forma de ver las situaciones, de reflejarlas. En Bebedores de té abro mi interior en ciertos momentos más personales, y reflejo mucho de lo que siento, en la relación entre las personas, lo que pienso, o siento, sobre los políticos.
¿Quién es?
José Manuel Caamaño Sánchez nació en Tánger en 1954. Ha sido Comisario de la Policía Nacional, ya jubilado, cuerpo en el que estuvo en activo casi 46 años, de los cuales más de 30 los ha dedicado a la lucha contra la droga y el crimen organizado en Tenerife, en ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, Cádiz y norte de África, Ceuta y Marruecos, país éste donde pasa diez años como oficial de enlace de la Policía española, una de las zonas más calientes, sino la que más, de Europa y África, en lo relacionado con todo tipo de tráfico ilícitos (drogas, armas, personas, vehículos, etc.), siendo un especialista en la lucha contra el crimen organizado y contra el narcotráfico.
En esta novela hace uso de su amplia experiencia profesional para desarrollar la trama de la misma, moviendo a sus personajes entre Cádiz, Gibraltar y Marruecos, principalmente, experiencia que le sirve para construir esta su primera novela y que, a buen seguro, no acaba en la última página del libro.
Sus conocimientos en esta materia sirvieron a Daniel Monzón para la realización de la película El niño, a quien asesora, naciendo desde entonces una buena amistad entre ambos. Ahora, con este libro, toma un camino independiente.