Roser Guerrero Jiménez. Nació en una España de NO-DO, un año declarado Internacional de los De-rechos Humanos por la Organización de las Naciones Unidas; de cambios, bisiesto y tormentoso. El mismo año del asesinato de Martin Lutter King y de Robert F. Kennedy. En una Barcelona no menos revuelta; con el avistamiento de un ovni y la repercusión directa del movimiento estudiantil francés contra la dictadura. Como consecuencia de la agitación astral de aquellos días, vino al mundo cargada de hiperactividad, curiosidad e intuición, el quinto mes del año. Eso también marcaría su ADN y su futuro profesional —por aquello de ser el mes de las flores—, trabaja en un gran invernadero. No conjuga el mundo sin libros, y le fascina el arte en cualquiera de sus extensiones. Estudió Técnico Especialista en Delineación Industrial. Sin embargo, chapoteó un tiempo en esa fantástica carrera que es la Filología Hispánica —su verdadero amor platónico—. Donde tuvo la oportunidad de formar parte del equipo de creación, dirección y colaboración de la revista universitaria Logos. Colaboró con la revista El Brot de Barcelona y, en pequeñas aportaciones, en el periódico local de Igualada, donde reside actualmente. Culpable de la aparición del libro Versos para un adiós, que corretea por las estanterías de algunas casas desde hace casi treinta años, se sumerge ahora, envenenada por su vena más fisgona, en la historia más cruenta de nuestra España. Ama la libertad, el respeto a todo ser vivo y está, por consiguiente, contra toda discriminación social, sea de la índole que sea. Me quema en la boca es ese vértice crítico que pone el acento en su trayectoria.