La actual estructura urbanística de Galera tiene su origen en la repoblación de su territorio municipal tras la toma de don Juan de Austria de ella en febrero de 1570 después de la sublevación de sus habitantes moriscos. Concluidos los hechos bélicos, se arrasó por completo la población —que estaba ocupando el cerro de la Virgen— y se prohibió levantar sobre él edificación alguna.
De esta manera es como la población se establece en el lugar que ocupa en la actualidad. Ya en el Libro de Apeo y población se hace referencia a los solares que se les entrega a los nuevos pobladores. Estos son quienes diseñan y edifican el actual casco urbano de la villa con el singular trazado de sus calles, ya reflejo de las nuevas ideas urbanísticas del Renacimiento.
No siempre los ayuntamientos han sido quienes han elegido el nombre con que se conocen nuestras vías. Es solo a partir de 1850 cuando las corporaciones municipales deciden con cuál de ellos debemos conocerlas. Y es entonces cuando muchas de estas calles reciben apelaciones en absoluto populares, ya que echan mano de gentes, sitios, hechos, etc. que poco tienen que ver con la vida diaria.
Frente a esta práctica «artificial», a lo largo de siglos, las gentes iban adjudicando a cada una de las calles que recorrían diariamente nombres que realmente estaban estrechamente vinculadas con ellas: el camino del Río, el callejón de la tía Serafina, la plaza de la Fuente Agria, la calle del Hielo, la corredera de los Olmos, etc., lo que nos acerca inmediatamente a una dimensión verdaderamente relacionada con dicha calle: el sitio al que te conduce, la persona más conocida de las que allí viven, el lugar donde se abastece de agua la ciudadanía, la vía más helada del pueblo, los elementos más destacados de este camino…