Este libro de poemas comenzó su vida una primavera del año 1944. Aunque mi profesión es la de ingeniero, mi devoción es la literatura, lo que me llevó a cursar dos años de filosofía.
La historia de este libro es una larga, muy larga, historia que ha ido surgiendo desde la sensibilidad de un niño de siete años hasta hoy.
Por razones que desconozco completamente, todos los poemas son producto de sensaciones repentinas, sensaciones que han trazado un arco desde mi infancia hasta mi afortunada vejez.
Fueron escritos en muy distintas ciudades que habitualmente visitaba por motivos profesionales (Oslo, París, Malmo, Roma, Londres, Milán, Estocolmo, Lisboa, Mallorca, Venecia, Madrid, Córdoba, Sevilla, Granada, etc., y también en Brasil, donde en 1961 comencé mi primer trabajo como ingeniero en una multinacional alemana, en Sao Paulo.
Y todos son hijos de estados melancólicos llenos de una confortable soledad ante una mesa de mármol y un café.
Jamás pensé en editarlos, y todo lo que recuerdo es que me produjo un extraño y agradable placer el escribirlos. Los iba guardando en un cajón en casa de mis padres y, a pesar del tiempo y las mudanzas, no se extraviaron.
Un día, no hace mucho, volví a echarles un vistazo y comprobé que el tema principal era el amor en todas sus formas. Y un gran amigo me dijo: «César, esto tienes que editarlo». Y aquí está esta biografía sentimental y erótica que saltó los años, los países, las ciudades y… la vida.
Dejó dicho Epicuro que «no hay sentimiento superior a la amistad». Y un aforismo afirma que «todos tenemos la misma edad, y la edad que tenemos es el tiempo que nos queda por vivir. Por eso tenemos todos la misma edad». Y empujado por este, mi aforismo, ignorando lo que me queda por vivir, he vuelto a envolverme en el suave deseo que nace con los atardeceres de una dulce chiquilla de Moriles.