La empatía es una capacidad importantísima en nuestra vida social cotidiana, ya que nos permite comprender las emociones, experiencias, necesidades y metas de los demás. Es decir, nos permite situarnos en la perspectiva de nuestros congéneres y entender cómo piensan y, lo que quizás sea más importante, cómo sienten. Cuando somos capaces de entender los sentimientos ajenos y de preocuparnos por ellos aparecen en nuestra propia mente nuevas emociones. Quien es capaz de imaginar y hasta sentir en su propio cuerpo lo que otro piensa de uno mismo está capacitado para sentir celos, vergüenza, gratitud, culpabilidad, orgullo, odio o amor.
Los psicólogos le han dado una gran importancia, como es lógico. Y es muy importante potenciar esta capacidad desde la más tierna infancia, dado que la empatía enriquece y potencia nuestra vida social y nuestra propia experiencia individual, ya que nos posibilita sentirnos protagonistas de situaciones externas, como las narraciones literarias, las series televisión, las películas o el teatro. Es aquí donde cobra todo el sentido del mundo esta preciosa historia infantil, El espejo de la empatía, Taco y Oziki, de la psicóloga Adel Maltor, publicada recientemente por Editorial Círculo Rojo.
La historia es muy sencilla, pero, como muchas de las pequeñas historias sencillas, contiene un mensaje y propicia un aprendizaje extraordinario. Los protagonistas son dos perritos, Taco y Oziki. Taco, aunque vivía en una perrera, tuvo la fortuna de ser adoptado por una familia humana y desde entonces vive feliz; Oziki, en cambio, vive en la calle, lo que le lleva a estar triste y a pensar que nunca encontrará la felicidad. Hasta que un día la fortuna quiso que la mamá humana de Taco pasase con su coche cerca de Oziki y se preocupase por él. Decidió acogerle en su hogar mientras encontraban una familia humana que quisiese hacerse cargo de él, y Taco en ningún momento se sintió celoso ni molesto, pues comprendía que su compañero perruno necesitaba de su ayuda. Pero nadie quería adoptar a Oziki, hasta que los abuelos humanos de Taco le vieron y decidieron acogerle en su seno. A partir de ese momento la vida cambio para el pobre Oziki. A partir de ese momento, fue feliz y vivió grandes aventuras junto a su amigo Taco.
Ambos, Taco y Oziki, encontraron su lugar en el mundo. Y lo hicieron gracias a la empatía. Porque este es el mensaje y la metáfora que subyace en esta historia, la importancia de comprender la situación y las emociones de los demás, especialmente cuando se trata de personas (o perritos, u otros animales) que no han tenido la misma fortuna que nosotros y que por los avatares de la vida no han conseguido encontrar la felicidad, la amistad o el amor.
No sé si la autora de este bello cuento, la psicóloga Adel Maltor, tenía esta intención, pero al leer esta obra me ha parecido leer entre líneas un mensaje velado y un aprendizaje más que necesario en estos tiempos convulsos de individualismo y egoísmo. Muchos de nosotros tenemos la fortuna de ser como Taco, pero otros muchos, por desgracia, son como Oziki. Por ejemplo, en el aspecto puramente económico, aunque muchos de nosotros —la inmensa mayoría— tengamos que trabajar para buscarnos la vida y garantizar nuestra supervivencia, disponemos de lo que necesitamos e incluso nos podemos permitir algunos caprichos. Pero otros muchos no pueden hacerlo. Hay gente muy cerca de nosotros que en pleno siglo XXI pasa hambre y no vive una vida digna. Y esto se agrava si extendemos nuestro campo de visión y miramos más allá de nuestras fronteras. Aquí la empatía debería entrar en acción y ayudarnos a comprender la situación de los menos afortunados y que, quizás, poniendo un poco de nuestra parte, esa situación puede mejorar. Pero, cuando uno ve la situación general de nuestras sociedades occidentales se percata, con amarga tristeza, de que, al contrario, parece imponerse esa idea tan negativa de que el hombre es un lobo para el hombre y esa visión neoliberal según la cual cada uno tiene que buscarse la vida. Eso explica determinadas ideas, muy poco empáticas, que están creciendo como la espuma y que son la antesala del racismo, la xenofobia y la aporofobia.
Por esto, precisamente, es tan importante educar y trabajar la empatía desde niños. Solo así podremos conseguir una familia humana más justa, fraternal e igualitaria. Y por esto, precisamente por esto, este libro, El espejo de la empatía, Taco y Oziki, de la psicóloga Adel Maltor, es tan necesario y adecuado como bonito. En definitiva, una obra más que recomendable para todos aquellos padres que quieran educar a sus hijos con la idea de que sean los cimientos de un mundo futuro mejor.