Justo ahora, es decir, una eternidad antes desde que tú y yo vislumbramos que somos viviendo, existe quien nos imaginó haciéndolo, como si
tuviéramos dos probabilidades de ser estando en la vibración, divisibles por el tiempo, que es la subasta de todas las veces. Parece obvio, pero lo cierto es que tanto encanto a nuestros pies cautivó al genio original en el éxtasis enamorado del diseño de la verdad revelada en la virginidad del lecho donde gozar descalzos. Las bocanadas del deseo besando la castidad de los poros de las sábanas las sedujeron con el erotismo erosivo de la aspiración, a medida que el tatuaje de sus huellas
se excitaba creciendo a través de los pliegues, emotivamente abiertos. Y, entre nosotros, las pupilas de la alcoba del ajuar de Dios nos contaron
más lágrimas que episodios de pasión, excepto las hostias para romper el encaje de la desnudez ajustable a la piel, mostrando el interior. Naturaleza ignota es el dormitorio al aire libre de la cita de la noche de bodas con el primer amor, que nos creó desprovistos del attrezzo de vestuario a propósito de entregar el cuerpo, camuflado en la divinidad de su espíritu, al misterio intangible de latir en la infinitud del abrazo dado a la gloria de la fascinación.